Capítulo IV

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Capítulo IV: Maps.

Helena vio rojo cuando el viernes previo a la semana del inicio de clases, su madre recibió una llamada laboral y tras salir del comedor para atenderla, a su regreso, dio la noticia de que debía marchar en ese mismo instante a Londres, pues había ...

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Helena vio rojo cuando el viernes previo a la semana del inicio de clases, su madre recibió una llamada laboral y tras salir del comedor para atenderla, a su regreso, dio la noticia de que debía marchar en ese mismo instante a Londres, pues había surgido un imprevisto y se la necesitaba en la oficina lo más pronto posible.

Lena quiso clavar el tenedor a algo, ¿Es que acaso en esa oficina eran todos tan ineptos que nada podía funcionar sin la presencia de su madre?

Vale, ella sabía de lo importante que era Tania para el departamento en el que trabajaba, pero el régimen thurstiriano no iba a venirse abajo porque la dejaran concluir en paz una cena familiar.

Había vuelto hacía solo tres días atrás y Lena creyó vivir en un idilio mientras tanto. Al despertar, su madre estaba en la cocina con un delantal de flores y el cabello revuelto, intentando preparar el desayuno. Cezarh intervenía, pero no ayudaba demasiado. Incluso si Lena tenía que tragarse las tortillas quemadas, el chocolate aguado y los huevos salados que sus padres terminaban cocinando, ella era feliz. Porque estaban todos en la mesa.

Su padre luego se iría a trabajar y su madre se confinaría unas cuantas horas en la oficina de la segunda planta que estaba reservada expresamente para ella. Tenía licencia para trabajar desde casa y la aprovechaba al máximo, pues tenía tiempo para charlar con sus hijos o enseñarle a Ela a conjurar nuevos hechizos.

Los Gray Cabrini le habían dado licencia al personal de la mansión para tener la casa para ellos solos. Incluso Lauren había tomado el cheque que le dio Cezarh y se fue a unas vacaciones a Mallorca con su novio, prometiendo volver la semana entrante y esperando no encontrar la casa hecha un caos. La privacidad que tenían era abrazante.

Lena solía tumbarse a leer un libro en el césped del patio trasero a media tarde, mientras Aris y Sara practicaban natación en la piscina y a lo lejos Ela y su madre hablaban en un idioma muy abstracto comunicándose con la naturaleza. Luego jugarían en el salón de juegos del tercer piso todos juntos, antes de que su padre llegara. Sara había sobresalido en la máquina de baile; ni siquiera Aris que tenía movimientos cautivadores para las adolescentes, consiguió rivalizarla en algún momento. Pero él estaba tranquilo porque en Mario Kart les dio una paliza a todas. Lena era la reina de los juegos de realidad virtual y Elaine y su madre en todos los demás juegos —como el tragaperras, el topo, encestadas, twister, monopolio y tío rico— se daban batalla solo entre ellas, porque los otros no tenían ninguna chance.

Lena empezaba a sospechar que tenía que ver con sus dones de bruja, pero las dejó estar porque estaba demasiado extasiada como para señalar tramposos. Además, no es como si no se la pasara estudiando los diferentes escenarios de los juegos de RV para saber cómo actuar y ganar, entonces antes de que saltaran en su contra, mejor cerraba el pico.

Lena y Sara incluso habían estado conviviendo esos últimos días. No eran las mejores amigas, pero habían dejado de lanzarse miraditas fulminantes e indirectas y ya no discutían por cualquier tontería, como cualquiera hubiese esperado.

La Niña de las Pesadillas.Where stories live. Discover now