Capítulo XVI

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Capítulo XVI: this is me trying.

Will observaba la hora en el reloj de pared sintiendo una desazón inmensa en la boca del estómago

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Will observaba la hora en el reloj de pared sintiendo una desazón inmensa en la boca del estómago.

Recordó entonces una ocasión cuando era niño. La primera vez que montó en bicicleta. Estaba aprendiendo con Aaron en el gigantesco patio de su casa. Sus padres estaban trabajando y no llegarían hasta bien entrada la tarde, por lo que tenían bastante tiempo para improvisar sobre los pedales.

El vehículo no era muy grande, y ellos tampoco. Tenían siete años y apenas alcanzaban la media. Aaron era un centímetro más alto que Will, siempre lo había sido, pero eso no le dio ninguna ventaja sobre la bicicleta.

El pequeño Levi había visto a su primo escabullirse en el cobertizo de jardinería y sacar un destornillador, unas pinzas y una llave tubo de la caja de herramientas. Luego lo había visto ingeniárselas para desarmar las rueditas de apoyo y dejar la bicicleta a dos llantas. Siempre había sido un genio después de todo, por lo que no se sorprendió.

Ninguno conocía la técnica para mantener el equilibrio y pedalear al mismo tiempo. Sus padres estaban demasiado ocupados para preocuparse por enseñarles, pero Will le había dicho que había estudiado la técnica de los chicos que hacían motocross en la pista a la que la niñera Sally solía llevarlos a veces. Decía que la diferencia no iba a ser mucha, incluso si solo tenían una bicicleta y dos mocosos de siete años que apenas medían un metro y se esforzaban por no tenerle miedo a nada más que a los cuentos de terror de vampiros que Sally les contaba para dormir cuando se portaban mal.

Will pedaleaba y mantenía el manubrio con algo de dificultad, pero había conseguido recorrer la distancia desde la verja trasera hasta la entrada de la mansión sin caer estrepitosamente al suelo. Y era el turno de Aaron de intentarlo.

El de ojos negros ya sabía de antemano que no iba a salirle tan bien como a su primo. Porque si en algo era bueno el condenado Will era en llevarle ventaja al resto. Pero Aaron no lo envidiaba, no concebía sentir algo tan bajo por la persona a la que más adoraba en el mundo. En su lugar, lo admiraba demasiado por lo listo y valeroso que era.

Sin embargo, en ese momento deseó ser un poquito más como Will. Porque no conseguía mantener el ritmo de sus pies ni la concentración para enderezar el manubrio. Ni siquiera podía dejar de ladear el cuerpo hacia un lado e iba a caerse, lo sentía. Al igual que Will.

El pequeño pelinegro, con los ojos más grises que la plata misma, veía embobado a su mejor amigo luchar por conseguir llegar ileso a la entrada de la mansión, pero aunque él deseara que lo consiguiera, tenía que ser realista y aceptar que Aaron no iba a llegar muy lejos, por mucha fe que le tuviera. No era decepcionante, al menos no para él, solo había aprendido con el tiempo que ambos no funcionaban de la misma manera.

Aaron era muy bueno con los videojuegos y él apenas conseguía durar cinco minutos en la partida, antes de que sacaran su carrito de la pista de carreras. Su primo siempre lo ayudaba para que pudiera llegar siquiera a las cinco primeras posiciones de la partida, y Will en cambio siempre estaba apoyándolo e instruyéndolo en otro tipo de cosas.

La Niña de las Pesadillas.Where stories live. Discover now