El primer regalo de Navidad

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Personalmente, la Navidad es la época más triste del año. De pequeño te hacen regalos y vives la magia, pero cuando creces, solo tienes dentro ese sentimiento de melancolía y nostalgia, te das cuenta de que todo ha cambiado y que nada volverá a ser como antes.

Lo bueno es que este año no lo termino ni sola ni soltera. Y he de admitir que mi vida está siendo más entretenida desde que me mudé a la habitación de Regulus y Severus.

-Tan sola como siempre -aquí llega el hombre con el que invento mil historias que nunca se harán realidad-. ¿Qué se supone que haces? ¿Te entretiene ver el fuego de la chimenea?

-Hola -sonrío al ver a Regulus-. Creí que irías a casa con tu madre por lo que dijiste sobre tu hermano.

-Estará bien -se sienta a mi lado en el sofá de la sala-. ¿Y tú por qué no te fuiste?

-Cada año evito volver a casa por estas fechas porque la señora que me adoptó suele tener una cena privada con su familia sin el estorbo de mi presencia.

-Deberías irte de esa casa.

-Es un amor de mujer, en serio, pero sus primogénitos me odian a muerte -suspiro-. Además, ¿a dónde iría? ¿A la cocina con los elfos, o tal vez a la caseta de Hagrid? La casa de los gritos también es una opción...

Me callé cuando me di cuenta de que hablaba sin parar. No quiero aburrir a nadie con mis sermones de chiflada.

-¿Por qué paras?

-Por nada, solo me distraje.

-Das mucha pena mintiendo -ríe-. Llevo todo el día buscando un momento para estar contigo y oírte. Y también por otra cosa.

-¿Qué cosa? ¿HAS VUELTO A PEGAR A ALGUIEN? -me alteré-. Voy a tener que atarte con cadenas para que dejes de meterte en líos.

-Aunque es muy tentador que me ates con cadenas, debo decirte que no hice nada malo.

Quien me mandaría abrir la boca... me merezco ir al infierno de cabeza.

>>Tengo algo para ti debajo del sueter.

Ya, un cuerpo tremendo.

>>Vamos, cógelo.

-No voy a quitarte la ropa.

Aunque sea muy tentador.

-Ese regalo te lo dejo para las próximas navidades -guiña el ojo-. Ahora sácalo de ahí, me está haciendo daño.

Con cuidado levanté un poco el sueter por la zona del torso. Vi un pequeño gatito negro hecho una bolita sobre sí mismo y con las uñitas clavadas en la camisa de Regulus.

Lo cogí más ilusionada de lo que esperaba, le acaricié la cabecita porque estaba asustado y se acurrucó en mi pecho. Pero me di cuenta de algo.

-No puedo aceptarlo -se queda sorprendido-. Es que... en fin, no contaba conque nadie me regalase nada.

-¿Y qué?

-Que no tengo nada para darte.

Regulus suspiró y se pasó la mano por el pelo.

-¿Tanto cuesta entender que solo quiero hacerte feliz?

-Sí.

Sé que era una pregunta que no necesitaba respuesta, pero yo se la di, y eso no le hizo mucha gracia.

>>Gracias -carraspeé.

Es la primera vez que me hacen un regalo de Navidad con cariño y no por imposición de la tradición. Supongo que por eso creí que necesitaba devolverle el obsequio como si fuese un favor.

-¿Cómo vas a llamarle?

Agradecí que cambiase de tema porque el ambiente estaba muy tenso.

-Piojo.

-Que nombre de mierda. Llámale señor de la noche.

-Pero es negro como un piojo -hago morritos como una niña pequeña.

-Pobre bicho peludo...

Enconces estallé a reir al ver su cara de compasión hacia el gato.

-Muchas gracias -dejé a Piojo encima de un cojín-. Eres el mejor novio del mundo.

Me tire encima de Regulus y empecé a darle besos por toda la cara. Él solo me abrazó y se limitó a reir.

-Mañana será el último día de este año. ¿Te gustaría ir a cenar tú y yo solos?

-¿En la habitación?

No me convencía la idea de tener otra cita en esa habitación, aunque al final siempre nos lo pasamos bien haciendo cualquier payasada.

-Te llevaré a un sitio especial.

-¿Especial?

-Soy un aburrido -sonríe-, y me encanta como actúas cada vez que te doy una sorpresa. Además -se estira-, te debo una primera cita en condiciones.

-¿Tendremos una cita? -la emoción se notaba en mi voz.

-Esa en la que los dos iremos elegantes, te regalaré flores, cenaremos como los pijos y cuando nos demos cuenta habremos perdido los zapatos.

-Me gusta como suena.

Piojo empezó a treparme por la espalda y terminó tumbándose en el cuello de Regulus. Me quedé embobada haciendole caricias en su naricita. Notaba que los ojos me pesaban, y las caricias que Regulus me hacía en la espalda solo aumentaba mi cansancio. Me estaba quedando dormida en el sofá, encima de Regulus. Lo único que hice fue abrazarme más a él, cerrar los ojos y disfrutar.

Regulus Black y tú [COMPLETA]Where stories live. Discover now