Capítulo 1

412 41 82
                                    

Anne

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anne

Agarro con fuerza la maleta intentando reprimir los nervios que se acumulan cada segundo.

El aeropuerto de Seattle está repleto de personas. Recorro con la mirada todo el lugar intentando encontrar a mi madre, sin éxito.

Tomo el móvil y llamo una vez más.

Uno... Dos... Tres timbres...

—Lo sentimos, no responde.

—Agh, mamá —protesto para mí misma—. No cambias.

Ocupo una de las bancas y me dispongo a observar el gentío.

Un niño me mira desde el otro extremo mientras lame su paleta de caramelo. Tiene la cara redonda y unos rizos dorados que le caen a cada lado.

La que está a su lado parece ser la madre, quien da un respingo cada que está por quedarse dormida.

El pequeño me enseña la lengua y lo miro mal.

A unos pocos metros diviso a mamá caminando en mi dirección.

Salvado por mi madre, renacuajo.

—Creí que echaría raíces aquí —suelto a modo de queja recibiendo como respuesta un abrazo, que por supuesto correspondo.

—Mi niña... —Siento mi hombro humedecerse—. Te hemos extrañado tanto.

—Yo también las he extrañado. —Sonrío inhalando su perfume.

Esta sensación de calidez no podría sentirla con nadie más.

—Bueno, basta de estar llorando que ahora estás aquí —alega separándose mientras limpia la humedad que dejaron las lágrimas en su rostro—. Vamos, mamá muere por verte y no quiero encontrar la casa incendiada.

No dudo que sea capaz de hacerlo. Mi abuela Coral es la definición de locura, aunque no por ello deja de ser responsable y tomar las riendas cuando la situación lo requiere.

—Mírate, eres toda una mujer. —Me repasa con la vista de pies a cabeza, orgullosa.

—¿Por qué te has tardado tanto? —inquiero a sabiendas de que es algo común en ella.

—Empecé a alistarme un poco tarde —responde mientras caminamos hacia su auto.

—No sé por qué no me sorprende —admito colocando mi equipaje en el maletero.

Nos mantenemos charlando todo el camino. Me habla de su empleo y cómo la abuela echó a su antigua enfermera porque no quiso pagar por un stripper.

Mi abuela y sus cosas.

Me permito admirar los enormes rascacielos característicos de la ciudad, distintos locales e incluso logro reconocer a alguna que otra persona.

El mismo recorrido de cada año.

Apuesto por lo nuestro © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora