Capítulo 14

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Anne

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Anne

—Lamento que estemos pasando por esto —me disculpo por onceava vez mientras limpiamos la cocina.

Nos duchamos y le dejé algo de ropa mía a Roy. Por supuesto tuve que darle algo ancho, y negro, porque dijo exactamente:

No usaré tus trajes de unicornio para irme a mi casa. Dame algo que se vea menos colorido y con la menor cantidad de purpurina posible.

Mi ropa ni siquiera tiene esa descripción pero no era momento para discutir.

—Te dije que no importa. Lo vuelves a repetir y juro que te dejo limpiar sola lo que falta.

—Solo intento reducir mi cargo de conciencia.

—¿Ya terminaron? —Mi madre aparece en la cocina mirando todo con sumo cuidado, como si quisiera buscar el mínimos detalle para montarnos otro escándalo.

De por sí el último no terminó muy bien; a mi padre incluso le subió la presión.

—Hemos terminado —informa Roy haciendo un saludo militar. Suelta el trapeador que a su vez hace caer unas cuantas ollas y todo lo que se escucha después es el estruendo que estas ocasionan.

Me pellizco el puente de la nariz en busca de paciencia. Él puede ser muy tonto cuando quiere.

Levanta lo que se ha caído; mamá prepara el almuerzo y algo para merendar mientras esperamos que esté, jurando que jamás nos dejará entrar a su cocina.

—Mamá, ¿no tendrías que estar trabajando? —curioseo.

—He pedido el día —dice sin darle mucha importancia—. Me preocupaba que, como la enfermera no está, pasara algo; pero veo que no es por mi madre que me tenía que preocupar —señala dándonos una mirada acusadora al estirado y a mí.

—Fue un accidente —alega él apenado—. Sucede que esta señorita es un poco torpe incluso para las cosas más simple. —Me responsabiliza con descaro y lo miro indignada.

Aunque algo de razón tiene.

—¡Oye! —reprocho dándole un golpe en el hombro—. No tengo la culpa de que seas un idiota que ni siquiera sabe cómo dirigir.

—Ah, descuida. —Escucho decir a mi madre y me giro hacia ella inflando los cachetes molesta—. Sé la hija que tengo.

—Los dos son unos pesados. —Me cruzo de brazos dándolos por imposibles—. Si tanto se entienden pues que él se quede aquí y yo me iré con Ava para que me cuide.

—Ow qué bonita te ves celosa. —Roy me pellizca el cachete y le doy un manotazo para que me deje en paz—. Y qué agresiva...

Su teléfono suena, noto que tensa la mandíbula. Lo toma y antes de descolgar la llamada pide permiso para salir fuera.

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