«Solo tenemos dos opciones: vivimos de ilusiones o morimos de realidades».
Al volver a Seattle, Anne debe enfrentarse a realidad: su padre no es el hombre a quien siempre idealizó.
Roy huye de la presión de sus padres. Oculta algo que le arrebató lo...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Roy
—Necesito que aclaremos las cosas entre nosotros.
Imaginé que esto ocurriría en cualquier momento. Después de todo, llegar a este punto es algo inevitable.
Anne me gusta, mucho. Eso no es un secreto. Lo que conozco de ella me ha hecho replantearme muchas cosas; esa electricidad que no sabía que existía, y experimento siempre que la tengo cerca, despierta algo en mí de una forma incomparable.
Pero...
Exacto, siempre hay un pero.
No es precisamente la mejor ocasión y jamás me habría imaginado que las cosas se complicarían tanto con Verónica y mis padres. En unos días mi ex estará en Seattle y, por si fuera poco, bajo mi mismo techo.
¿Qué se supone que haré cuando esté frente a Anne? Intentaré que no ocurra, por supuesto, pero eso no basta como seguro. La conozco lo suficiente para saber que intentará molestarla a toda costa, y definitivamente no es lo que quiero.
Por otra parte, sería un problema con mis padres y los suyos si no le doy el trato adecuado, según ellos.
Sin embargo, alejarme de esta chica no es una opción. La pelirroja me vuelve loco, a un punto en que pierdo los estribos y ni siquiera me reconozco.
Mi mente es un desastre, el estrés me consume y sobrepienso hasta...
—¡ROY! —chilla haciéndome volver a la realidad.
—¿Podrían dejar de gritar?
La tenue luz refleja una silueta con el cabello erizado y un vestido inmenso.
—¡Carajo! —salto en el sillón llevándome la mano al pecho.
—Algunos intentamos dormir —continúa diciendo, ignorando mi reacción.
La imagen se esclarece dejando a la vista a Coral. Esta vez se gira hacia su nieta.
—Váyanse a tu cuarto si vas a estar gritando.
Noto como cierra los ojos y se muerde el labio con fuerza, avergonzada. Tengo que contener la risa por el comentario de la señora.
—Lo sentimos abuela, hablaremos más bajo —responde sin levantar la vista.
Una vez que la anciana se marcha retomamos nuestra conversación.
