Capítulo 26

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Yurisiel parpadeó confundido.

No podía apartar los ojos de la cara de Serbian, que sonreía por alguna razón, y no sabía por qué de repente se sentía así. Un sentimiento extraño e inexplicable se levantó lentamente en su pecho. Se quedó mudo de vergüenza, pero no podía permitirse perder a su única aliada, por lo que Yurisiel tartamudeó y balbuceó.

"Eso... sí, sí, es una buena idea. El Palacio de las Estrellas está vacío, así que Lord Rosenheim puede quedarse allí por el momento..."

Pero Serbian inclinó ligeramente la cabeza, con el pelo oscuro cayéndole hacia un lado, y habló despacio.

"En un momento como éste, parece ineficiente aumentar el personal en los otros palacios. Es un momento en el que hay que ahorrar hasta el último céntimo, así que, con su permiso, me gustaría quedarme en el palacio principal con su Majestad, donde puedo ser de más ayuda para escoltarle."

Yurisiel volvió a quedarse sin palabras, pero en realidad, Serbian no se equivocaba, por lo que sólo pudo asentir. El marqués de Lantos replicó con tono incrédulo.

"¿Prestar la mansión? Eso es de lo más inesperado, pero aun así, no resolverá los problemas financieros. ¿De dónde piensa sacar los fondos?, o es que acaso el propio Duque planea sacarlos de sus propios bolsillos".

Escuchar los comentarios sarcásticos del marqués de Lantos lo sacó de su estado de preocupación por Serbian. Sí, aún quedaba el asunto de las finanzas, y de hecho era un obstáculo formidable, pero ahora que el marqués de Lantos le había ayudado involuntariamente a salir de su patético estado atónito, sería apropiado sacar el tema.

Yurisiel respiró hondo. Sí, sí tenía que pagar de su bolsillo, pagaría de su bolsillo. Yurisiel giró lentamente la cabeza para mirar a una persona que no le había dirigido la palabra en todo el divorcio.

"Hablando de finanzas, tengo una pregunta para ti en nombre de nuestro equipo legal".

Los ojos de los ministros se volvieron al unísono hacia una mujer sentada en un extremo de la mesa. Una condesa de mediana edad y ojos color avellana giró lentamente la cabeza hacia Yurisiel. Una melena de tenue cabello castaño mezclado con blanco grisáceo se balanceaba ligeramente sobre los hombros de la mujer.

La condesa Alexandra Clarien miró al Emperador con sus característicos ojos tranquilos y testarudos. Yurisiel tragó saliva mentalmente.

En la obra original, la condesa Clarien era una espadachín que se mantuvo absolutamente neutral, sin poner un pie en el conflicto hasta el final. Mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, el conde Marcel, acabó pasándose al bando Serbian, la condesa Clarien no se puso de su parte hasta el mismo momento en que el Serbian decapitó a Yurisiel. Lo hizo a sabiendas de que el equilibrio de poder ya estaba completamente alterado.

Como defensora de las leyes del imperio, sabía que la rebelión no podía tolerarse bajo ninguna circunstancia, pero que a su vez, un emperador tiránico no podía ser condenado dentro de los límites de la ley. En tiempos de revolución, la ley es irrelevante, por lo que se mantuvo neutral hasta el final, negándose a tomar partido.

Pero esta vez no, pensó Yurisiel. Yurisiel construiría un imperio sobre la roca de la ley. Para ello, necesitaría a la condesa Clarien.

Yurisiel habló pensativo.

"La sequía ha alcanzado su punto álgido, y las personas de bajos recursos mueren a diario por no poder soportar las duras condiciones. Tengo entendido que, en tiempos de tan extrema necesidad, se pueden crear fondos especiales de emergencia por orden del Emperador, esto en virtud del Decreto de Ayuda en Casos de Catástrofes establecido en el Código Imperial. ¿Es esto correcto?".

El tirano quiere vivirWhere stories live. Discover now