Capítulo 29

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Elliot Carmel, subcomandante de los Caballeros de la Guardia Imperial, ha estado muy ocupado últimamente.

Sería un eufemismo decir que su carga de trabajo estos días dista mucho de los tranquilos paseos por la sala de prácticas de no hace mucho. Aunque la carga de trabajo de toda la Guardia de Caballeros ha aumentado, la situación es especialmente grave para Elliot, que se ha visto obligado a asumir todo el papeleo y las tareas administrativas de la Guardia en lugar del ahora aún más ocupado Capitán.

Elliot se levantó tambaleándose, con los ojos inyectados en sangre. Había querido ser una espada dispuesta a servir los deseos de alguien, claro, ¡pero no había querido que lo utilizaran así! Elliot gritó para sus adentros. Deseaba poder agarrar a alguien y montar una escena, pero la verdad era que estaba demasiado ocupado para eso. Elliot sacó la lengua al pensar en cómo lidiaba Serbian con esto en su día a día. Realmente, esa persona tiene que tener dos o tres cuerpos.

"¿Cómo se las arregla para hacer todo esto solo...?"

A pesar de que Elliott y los demás comparten su carga de trabajo, pensar en la demencial carga de trabajo de Serbian, además de sus tareas habituales, estando a cargo de este proyecto de reurbanización de un barrio marginal, lo deja sin aliento. No parece ser el tipo de carga que un humano normal pueda mantener. Realmente comenzaba a preguntarse si iba a trabajar en exceso hasta morir...

Elliot se sintió consternado por su propia insensatez y, reprendiéndose severamente, reanudó su camino hacia la residencia del Emperador.

En realidad, su afirmación de que Serbian podría morir por el exceso de trabajo no tenía mucha credibilidad, ya que, a diferencia de sí mismo, que estaba medio muerto o no muy diferente de un cadáver, Serbian era capaz de manejar esa cantidad de trabajo y se mostraba sorprendentemente enérgico.

No, más que eso, Serbian estaba más animado que nunca. Comparado con los viejos tiempos, cuando era como una muñeca sin expresión en su rostro y sin emociones que entraba y salía del palacio imperial, era un espectáculo digno de contemplar.

Elliot se detuvo en la puerta del ornamentado salón de estado, preguntándose si alguna vez podría entrar en la cabeza de Serbian. Un sirviente le abrió la puerta y Elliot volvió a quedarse paralizado ante el espectáculo que tenía delante.

Dentro de la oficina, todo seguía igual, con Serbian estudiando papeles con Yurisiel. Yurisiel escuchaba el informe de Serbian con expresión seria y la nariz hundida en los papeles, los ojos turquesa del Emperador brillaban con seriedad mientras miraba fijamente los documentos, inmóvil.

Hasta aquí, todo bien. Pero no fue el emperador quien lo detuvo en seco.

Elliot entrecerró los ojos y estudió el rostro de Serbian, que se sentaba frente al emperador y continuaba con su informe en voz baja. Serbian hablaba en un tono tranquilo y uniforme, pero a oídos de Elliot, que conocía la personalidad del hombre, sonaba casi afectuoso.

Casi dudó de lo que escuchaban sus oídos, sabiendo muy bien lo incruento y acuchillante que puede llegar a ser el Serbian. Además, ¿a qué viene esa expresión?

Los ojos azules como lagos de Serbian estaban fijos en el rostro de Yurisiel mientras éste examinaba frenéticamente los papeles. Elliot siempre los había considerado hermosos, como un lago helado de invierno, pero demasiado fríos para acercarse a ellos.

Pero ahora, mientras miraba a Yurisiel, los ojos azules tenían un brillo suave y cálido, como la sombra de un fresco lago en la fresca primavera. A diferencia de Elliot, cuyos ojos estaban hundidos como fantasmas por la carga de trabajo, su expresión era suave y tierna, y no mostraba signos de cansancio por esta agenda asesina.

El tirano quiere vivirWhere stories live. Discover now