Capítulo 20

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Los últimos días, la mente de Clarke ha estado atrapada con un recuerdo, uno que se repite, una y otra vez sin parar; el recuerdo de un beso que no esperaba y que llegó de la manera más extraña e inesperada posible.

Es consciente que, lo que aquel beso significó para ella, no necesariamente significó lo mismo para Lexa; pero hay algo que se mueve en su interior que le dice que existe algo más, como si su corazón le instará a ser paciente y esperar.

No han hablado de lo sucedido, pero se siente innecesario, porque es como si aquel beso, independiente del significado o la trascendencia que tuvo para cada una, hubiese estado destinado a suceder y lo aceptaron tal cual; sin embargo, es difícil no decir o hacer nada cuando es todo en lo que piensa y todo su ser anhela repetirlo.

A pesar de los días, todavía es capaz de sentir los vestigios de aquel beso flotando alrededor de ellas, en sus miradas disimuladas, en sus toques inocentes y en sus sonrisas tímidas. Por más que lo intente no logra sacarlo de su cabeza y se pregunta si Lexa lo pensará, si le afectará de alguna manera o si querrá repetirlo tanto como ella.

Clarke nunca experimentó algo parecido. Nunca tuvo que lidiar con esa ansiedad constante por querer ver a alguien, sentir esas mariposas en su estómago cada vez que le sonríen o le miran, lidiar con aquel escalofrió que siente ante su cercanía o ese aleteo constante que se produce en su corazón con el simple hecho de escuchar su voz.

Todo es hermoso, pero también aterrador. Se siente excitante pero abrumador, porque es como si una avalancha de emociones se concentrará en su corazón y de golpe cayeran en la boca del estómago, provocándole un vértigo que nunca antes sintió.


Clarke deja escapar un suspiro inesperado y siente ese extraño nerviosismo aleteando en su estómago, ese que ya no puede evitar cada vez que piensa en su amiga y en aquel beso.

Se acomoda en la cama y cierra los ojos, intentando conciliar el sueño que se niega a visitarle y se pregunta si Lexa estará durmiendo.

Mira su móvil sobre la mesita de noche y sacude la cabeza, no puede ser que sienta ganas de saber de ella cuando se vieron solo hace un par de horas; y se pregunta si es normal.

Ha dado vueltas de un lado para otro en esa cama demasiado grande para ella sola y se sorprende de sus pensamientos, porque es la primera vez que piensa en algo como eso.

¿Por qué siente ganas de tener a alguien con quien abrazarse y enredarse en noches como las de hoy?

¿Es eso parte del amor?

Nunca antes pensó en nada más allá de la conexión sexual y del disfrute que significaba en sí ese acto. Sin embargo, hoy, todo es distinto, porque piensa en esos detalles que quisiera tener, compartir, explorar y experimentar; vivir esas cosas que se perdió o que simplemente nunca se permitió, por no tener la persona con quien quererlas.

El sexo dejo de tener significado de la manera en que lo vivía, porque conociendo y aceptando lo que hoy siente, no concibe estar con nadie, con quien no sienta, lo que siente por Lexa.

No fue fácil aceptar que a la única persona que desea tener entre sus brazos, es aquella mujer que no sale de su cabeza, porque cada vez que experimentó algún tipo de anhelo, se obligó a apartarlo de su mente, por respeto a su historia y a su vivencia. Lo sentía inadecuado, como si estuviese traccionando su confianza y su amistad; sin embargo, entendió que el deseo físico va de la mano del amar a alguien y no hay nada malo en ello.


Respira profundo y se coloca la almohada sobre el rostro, se queja y extiende sus manos hacia los lados. Despeja su rostro con desgano y mira hacia arriba, se pregunta si podrá dejar de sentir lo que siente alguna vez o si podría enamorarse de alguien más; entonces, como si fuera una señal, el móvil vibra y mira la mesita de noche, lo agarra y observa la pantalla iluminada.

Un viaje inesperadoWhere stories live. Discover now