Capítulo 3

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Clarke permaneció sentada a las afueras del hospital pensativa, mirando el papel que tenía entre sus manos; debatiendo consigo misma si debía seguir en su intención de averiguar sobre la mujer del accidente.

No entendía el sentimiento que se albergaba en su interior desde el día en que le dejo en aquella sala de emergencias; era una preocupación constante y una inquietud que le empujaba a querer saber más sobre su condición actual.

No sabía qué hacer, por un momento pensó que un paciente en tales circunstancias estaría con su familia y médicos alrededor. Si lograba verla sería una cuestión de suerte; sin embargo, si no lo intentaba, aquella sensación persistiría y necesitaba dejarlo atrás.

No supo cuánto tiempo pasó perdida en sus pensamientos, pero sin ser muy consciente, se levantó y sus pies comenzaron a moverse de forma autónoma; había tomado una decisión, necesitaba saber si aquel nombre pertenecía a la misma mujer.

Clarke suspiró profundo cuando las puertas del ascensor se abrieron. Estaba tremendamente nerviosa, pero caminó lentamente mirando a su alrededor; no tenía nada que perder, si alguien le preguntaba algo, diría la verdad.

No fue difícil encontrar la habitación 221 y rápidamente se encontró de pie frente a ella. La puerta estaba abierta y nuevamente miró a su alrededor, sopesando su próximo movimiento; nadie parecía notar su presencia o al menos para nadie parecía ser un problema.

Sus nervios se acrecentaron, estaba expectante, como si algo muy importante estuviera a punto de suceder; pero no entendía la razón, aquella mujer era una completa extraña y no existía ningún vínculo.

Intentó dejar atrás su nerviosismo y se acercó poco a poco a la puerta, inexplicablemente su corazón se aceleró.

Observó el interior y comprobó que no había nadie más que un paciente en la camilla; era ahora o nunca, pensó.

Se preparó para entrar, pero tan pronto como sus pies estuvieron en el interior, cerró los ojos con fuerza.

No quería mirar, tenía miedo, y su corazón se contrajo al pensar en la posibilidad de que otra mujer apareciera frente ella; por alguna razón desconocida, necesitaba que fuera la misma.

Abrió los ojos y respiró profundo, se acercó en completo silencio y cautelosamente al paciente; miró el cuerpo sobre la cama.

—Eres tú —dijo Clarke y una sonrisa de alivio cruzó su rostro; su corazón dio un vuelco cuando comprobó que era la misma mujer—. Tu nombre es Alexandra.

Clarke vio con detenimiento la imagen frente a ella y supuso que la condición de aquella mujer no era del todo auspiciosa. Aun así, agradeció en silencio el que estuviese con vida; porque incluso, cuando parecía estar luchando, que permaneciera allí, era bueno.

En parte, se sintió aliviada; fue como si una gran mochila hubiese salido de sus hombros.

Pensó que tal vez, el haberse ido aquel día, sin saber o hacer mucho más, le había provocado cargo de conciencia y eso era lo que le había mantenido con aquella inquietud desde entonces; descubrir que permanecía con vida, era lo que necesitaba para volver a su centro y recuperar su tranquilidad.

—Lamento mucho lo que te pasó... —dijo Clarke en voz baja mientras se acercaba a la cama—. Espero que puedas salir de esta —expresó su sentir y guardo silencio por un momento—. Me gustaría poder ayudarte, pero no está en mis manos —sonrió con una tristeza inexplicable—, no te conozco, pero de verdad espero que las cosas mejoren para ti.

Clarke se quedó en silencio por un momento más y después de darle una última mirada, decidió que era hora de salir de allí.

Caminó hacia la puerta, pero una voz suave la detuvo.

Un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora