Capítulo 24

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Clarke observa el horizonte frente a ella en una rutina que cada vez se repite menos. El cálido sol baña su rostro, mientras que el sonido de las olas rompiendo y el silbido del viento hacen eco en su interior.

Suspira profundo cuando algunos recuerdos cruzan su mente y surgen los sentimientos encontrados de siempre.


Llegar allí es un acto inconsciente, que a pesar del tiempo que ha pasado, todavía se repite, cuando la melancolía se instaura irremediablemente en su corazón.

La imagen de una mujer baila frente a sus ojos, con el cabello alborotado por el viento, una sonrisa amplia y su cámara fotográfica colgando de su cuello; es una ilusión lo sabe, qué trae su inconsciente.

Es una qué durante mucho tiempo quiso hacer real, cuando esperaba secretamente que aquella mujer regresará; pero ya ha pasado mucho tiempo desde entonces y casi no piensa en ella.

Casi, porque todavía, de vez en cuando, en días como hoy, aquella imagen flota de manera difusa delante de sus ojos; sobre todo cuando está allí, en aquel lugar donde todo se conecta, lo bueno y malo, de un tiempo que a veces extraña demasiado.

Se pregunta cómo sería verle nuevamente y cuál sería su reacción. ¿Sus sentimientos se reavivarían o simplemente se quemaron junto a su partida y la distancia?

Piensa un segundo en la respuesta, pero un recuerdo, real, cruza rápidamente su mente y su corazón no le permite obtener la respuesta; se cierra automáticamente.


—No puedo continuar aquí, debo irme... lo siento...


Ha pasado poco más de un año desde que escuchó aquellas palabras y cada vez que las recuerda, su corazón vuelve a estremecerse y su pecho a contraerse, porque aquella partida apuñaló su ser y todas sus convicciones se hicieron añicos en un dos por tres.


—¿Qué? —pregunta Clarke, contrariada—. ¿Por... ¿Por qué? —frunce el ceño tratando de entender—. Ya todo terminó... no tienes nada que temer... —intenta persuadirle.


Aquella despedida siempre la vio venir y quiso estar preparada para ello, pero jamás imaginó que se sentiría tan desgarradora.

Tiene ganas de llorar, hay una opresión en su pecho y una angustia en su corazón, todo su ser le grita que la abrace y no la deje ir, porque aquel adiós se siente definitivo, uno que va más allá de ella y está aterrada; porque no puede imaginar un mundo en que aquella mujer no respire su mismo aire, aunque sea lejos de allí.

Se siente impotente y frustrada, porque le ve cansada, perdida y rota, y nada ha podido hacer para ayudarle. Daría cualquier cosa por encontrar un atisbo de esperanza en sus ojos al cual aferrarse para sacarla de aquel pozo sin fondo, vacío y frío en el cual está atrapada; pero solo ve oscuridad y tormento cuando le mira.

Por un instante, creyó, que la detención de Marcos, días después del incidente en el mar, podría haber marcado una diferencia, pero se equivocó; solo provocó una pausa antes de su partida, porque, Lexa, a pesar de su inestable y frágil condición emocional, quiso testificar y ser parte del juicio en su contra.

Ha transcurrido dos meses desde su detención, donde las diligencias e investigaciones han sacado a la luz detalles escabrosos; pero hoy, el juicio, que duro un par de días, finalmente terminó.

No fue fácil para Clarke ser parte el, porque escuchar los testimonios de las víctimas y ver las crudas evidencias que se presentaron, para respaldar las acusaciones en su contra, lo hicieron realmente difícil.

Un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora