Capítulo 4

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Correr siempre fue gratificante para Clarke. Sentir su respiración, los latidos de su corazón, el ritmo constante de sus piernas en movimiento y el viento golpear su rostro, le causaron un sentido de conexión consigo misma y una desconexión de lo cotidiano.

No es algo que hace todos los días, pero a veces su mente lo necesitaba, y hoy fue uno de esos días; se había levantado temprano para hacer su ruta habitual.

Ayer había sido un día agotador, lleno de emociones y sentimientos encontrados; necesitaba aclarar su mente de algún modo para luego ir a trabajar.

—¿Estás de vuelta? —dijo una mujer desde la cocina cuando escuchó a Clarke entrar en la casa—. ¿Cómo estuvo tu carrera? —preguntó desde lejos.

—Excelente, me daré una ducha rápida y desayunaremos juntas —gritó Clarke mientras subía a la habitación.

—Te espero, date prisa, está casi listo.


Cuando Clarke estuvo lista, se unió a la otra mujer que estaba en la cocina. Ambas permanecieron en silencio, cada uno en su propio mundo, mientras compartían el desayuno; Clarke bebió un café perdida en sus pensamientos, mientras la otra mujer leía el periódico.

—¿Dónde está tu mente hoy? —preguntó la mujer que estaba inmersa en el periódico, sin levantar la vista de su lectura.

—¿Qué? —preguntó Clarke confundida, había escuchado, pero no sabía qué había preguntado.

—¿Dónde está tu mente hoy? —repitió la mujer, levantó su vista del periódico y miró atentamente a Clarke—. Parece que estás en otro lugar —cerró el periódico y tomó un sorbo de té.

—Solo estaba pensando —respondió nerviosa, y la otra mujer levantó las cejas instándola a continuar—. Tengo muchas cosas que hacer, ayer no fui en todo el día a trabajar —comentó con ganas de centrarse en su trabajo—. Tengo que revisar algunos pedidos, además ya sabes que estamos ampliando la terraza y quiero ver cómo va.

—¿Todavía te preocupa la mujer del accidente?

Clarke se sorprendió por la pregunta, sabía que tarde o temprano saldría el tema, porque le había contado algo al respecto; si bien no quería hablar sobre ello, sabía que la otra mujer insistiría nuevamente.

—Fui a verla ayer, no pude evitarlo... está en coma... —informó Clarke y suspiró.

—Eso es bueno —opinó la otra mujer—. No me refiero a su estado, si no a que ya supiste sobre ella... ahora puedes quedarte tranquila, porque, aunque te hubieses quedado por más tiempo con ella aquel día, no hubiese cambiado su condición.

—Lo sé —respondió con desanimo.

—¿Hay algo más?

—No. Todo está bien.

Clarke pensó en su respuesta, pero algo que no se sentía bien. Se había mantenido despierta casi toda la noche pensando en la situación de Alexandra y en la propuesta de la Doctora McKenzie.

Sabía que no podía involucrarse más de la cuenta y no debía dejar que aquello le afectará; pero decirlo y hacerlo eran dos cosas completamente diferentes. Sin embargo, una cosa era segura, debía alejarse por completo de aquella mujer y de la situación en general antes que fuera demasiado tarde; no podía dejarse llevar por la compasión, tenía que cuidar de su propia vida.

La otra mujer sabía que aquella situación estaba afectando a Clarke, pero no entendía la razón. La mujer del accidente era una desconocida y estaba bien preocuparse, eso era algo humano y empático, pero de allí a la forma que estaba afectándole era demasiado.

Un viaje inesperadoWhere stories live. Discover now