Capítulo 26

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Lexa suspira y mira su reloj. Ha llegado allí, como cada día, desde qué dijo que lo haría, a las siete de la tarde; y después de casi dos horas de espera, decide levantarse e irse.

Han pasado cuatro días y siempre es igual. Se sienta en aquel banco, que tantas veces antes compartió con Clarke, en silencio y contemplativa, absorbiendo la vista y los sonidos a su alrededor, mientras a su memoria vienen recuerdos, que, ahora sabe, marcaron una diferencia en su vida.

Momentos qué no sabía qué podría experimentar jamás y qué fueron un oasis en medio del desierto que atravesaba. Momentos en los cuales su alma revivía por instantes y la tormenta que rugía en su interior se apaciguaba. Momentos que le enseñaron que sonreír sin máscaras y respirar sin opresión, era posible.

También llegan muchos malos recuerdos, destellos qué se cruzan sin querer, y qué son inevitables. Sabe que aquellos malos recuerdos siempre estarán, pero aprendió a dejarlos pasar, para que pesen los buenos sobre los malos; aquellos que hicieron y todavía, incluso recordándolos, hacen vibrar su corazón.

Momentos pequeños y sencillos qué ya pasaron, pero qué estuvieron llenos de significado y dejaron huella. Momentos que silenciosamente fueron atrapando y cautivando su corazón, incluso, antes de saberlo y ser consciente de ello.

Momentos que, el tiempo y la distancia, le dieron significado y sentido; cuando un te amo hizo que su corazón comprendiera, poco a poco, la esencia de todo.


No resulta fácil volver allí cada día y levantarse con las manos vacías, sin esa oportunidad que tanto anhela, de al menos tener una conversación; pero también lo entiende y jamás juzgaría a Clarke.

A veces cree que tuvo una idea estúpida y qué hubiese sido mejor seguir buscándole e insistir; pero siente que no puede presionarle cuando lo que necesita es tiempo para, al menos, procesar su regreso.

Lexa es consciente que durante mucho tiempo no hizo las cosas del modo correcto y no las puede cambiar, incluso tuvieron consecuencias; pero quiere hacer las cosas futuras, en todos los ámbitos de su vida, mejores.


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Clarke entiende por qué, Lexa, se fue.

Ella estaba sufriendo por toda la atrocidad que hasta entonces había soportado en su vida; estaba perdida y cansada, luchando contra sí misma y sus demonios.

Podía ver claramente el trauma que cargaba y el dolor que arrastraba; y de alguna manera entendió, aunque no compartió, que quisiera desaparecer de la faz de la tierra.

Su partida dolió y se sintió como una cruel jugada del destino, pero fue el silencio y la desconexión lo que hizo trizas su corazón; porque necesitaba saber que estaba bien o qué al menos seguía viva en alguna parte del mundo a pesar de todo.

Viéndole nuevamente, por una parte, su corazón encontró paz al saber qué no se rindió y qué encontró alguna razón para luchar, aunque, egoístamente, le hubiese gustado que lo hubiera hecho cerca de ella, con su apoyo y su amor; pero, por otro lado, su corazón, que no sabía que aún permanecía tan resentido y dolido, no le permite ver más allá y le quiere lejos.

No quiere hablar, porque nada tiene que decir después de tanto tiempo; todo se lo llevó la distancia. El amor qué sentía se desvaneció poco a poco y dio paso al enfado; ese que era más fácil de sentir, qué lidiar con la tristeza y la desolación que le dejo.


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Un viaje inesperadoWhere stories live. Discover now