Capítulo 9

390 41 3
                                    

 Habían pasado quince días desde que Jude le había dicho que estaba enamorada de ella, y seguía sin responder sus mensajes.

-Te estás comportando como una niña, Jude –cada día, quizás por la frustración que le generaba, los mensajes se hacían cada vez más ásperos.

 Era domingo, y lo bueno de los domingos para Alba era que no debía trabajar, no es que no le gustase su trabajo, sino que eso de madrugar no era la suyo.

-Deberías dejar de actuar como una desesperada e ir a su departamento de una buena vez –le decía su hermana.

 Y la sola mención del departamento de Jude le hizo recordar que había pasado un mes desde la llamada, y que ese día, si sus cálculos no fallaban, era el día en el que habían acordado para que la joven de ojos celestes pudiese comenzar a pintarla.

***

 No estaba segura sobre si Jude le abriría la puerta. Lo más seguro es que la estudiante de Letras le viera el rostro a través de la mirilla y la ignorase. Pero Alba era terca y sentía que debía estar allí porque ella y Jude tenían un trato, además necesitaba el dinero. Y necesitaba verla.

 Estaba frente a la puerta blanca del departamento de la chica, cuando escuchó los gritos provenientes del interior.

-¡VAMOS BEBÉ! –decía una voz masculina desconocida.

-¡NO ME LLAMES BEBÉ! –se escuchó la voz furiosa de Jude-. ¡VETE DE MI CASA, ME DAS ASCO!

-¡NO TE HAGAS LA DIFÍCIL, SÉ QUE TE ENCANTA!

-¡NO VOY A ACOSTARME CONTIGO!

-¡¿POR QUÉ NO?! ¡LO HACES CON TODO EL MUNDO!

 Se sobresaltó al escuchar el ruido de cristales rompiéndose, pasos apresurados que se hacían cada vez más audibles y luego el crujido de la puerta al ser abierta. Lo primero que vio fue la figura del chico, dueño de la voz masculina que había escuchado anteriormente. Tenía el cabello muy rubio y un hilo de sangre nacía de entre estos, bajándole por la frente. Parecía mareado.

Lo siguiente que pudo notar fue a Jude Foster empujándolo por la espalda hacia el corredor. Alba jamás había visto enojada a Jude... hasta este día. Lo que le advertía que no debía hacerlo nunca.

 Cualquiera habría podido jurar que el ruido de los cristales rompiéndose provenían de algún objeto de este material arrojado de parte del muchacho hacia Jude, pero al verla en ese estado, y el hilo de sangre en la frente de él, pudo deducir que la situación fue al revés: Jude le había arrojado el objeto al muchacho.

 La rubia agarró de la camisa al joven y lo obligó a agacharse un poco para quedar a su altura. Se miraron fijamente y el hombre realmente parecía temerle.

 Alba supo que ni siquiera el mejor de los escritores podría crear un villano más estremecedor que en el que la chica se había convertido en ese momento.

-Ya no me meto contigo –escupió y finalmente lo empujó a través del corredor.

 Luego el joven solo corrió torpemente hacia el ascensor y presionó botones al azar. No parecía importarle a dónde iba, solo quería escapar de Jude Foster.

 La librera observó a la estudiante cruzarse de brazos y soltar un pesado suspiro.

-¿Qué haces aquí, Alba? –en su voz había una mezcla de indiferencia y enojo, lo que le hizo meditar si debía continuar con eso estando ella en ese estado.

-Ha pasado un mes –dijo temerosa-... Dijiste que querías que te pintara.

 Jude se volteó lentamente hasta que los inexpresivos y fríos ojos chocaron con los suyos. Tenía una ceja levantada.

-Ya no quiero me que pintes.

-Dijiste que teníamos un trato.

-Sé lo que dije, pero a veces la gente miente.

-Necesito el dinero, Jude.

 Estaba allí no solo porque Lauren se lo había sugerido o porque deseara saber por qué se había marchado. Estaba allí porque su familia necesitaba dinero, y su madre y ella no ganaban lo suficiente.

 La estudiante de Letras suspiró y la miró con lástima. Alba se odió a sí misma, pues no quería dar lástima.

-Pasa –indicó abriendo la puerta para ella-. Y ten cuidado con los trozos de vidrio en el suelo.

 Ella asintió con una sonrisa de cortesía y entró. El lugar seguía repleto de libros como la primera vez. Y como lo había advertido, había trozos de cristal en el suelo.

-¿Por qué discutían? –no quería hacer el papel de curiosa, pero en verdad quería saber la razón por la que el piso de madera estaba inundado de aquellos pequeños trozos.

 Y justo cuando hizo esta pregunta, Alba resbaló, pero para su suerte no cayó, porque Jude estaba a su lado y la sujetó con fuerza.

-Deberías tener más cuidado. No quiero que mueras antes de que me pintes –murmuró, y aunque parecía haberlo dicho en serio, dedujo que estaba bromeando-. Y Frank, el muchacho que me viste echar hace unos minutos, es una clase de ex amor, si lo que tuvimos se puede llamar amor. Lo cierto es que solo nos acostamos un par de veces. Está enojado porque no quise volver a acostarme con él –hablaba con completa naturalidad.

-¿Por qué?

 Jude se alejó.

-Porque ya no quiero acostarme con personas que no amo –respondió encogiéndose de hombros, guiándola a través de un corredor hacia la puerta del fondo-. Además, lo mío son las vaginas.

 Claro que lo eran.

-Entra –de nuevo abrió la puerta para ella.

 Dentro, había una cama bastante grande sólo para que durmiese una persona, un armario, dos mesas de noche, varios artículos antiguos de los cuales había visto por todo el departamento, y alguna que otra foto de John Lennon. Él había sido quien dijo que los Beatles eran más populares que Jesús, así que con un ego así, ¿cómo no ser el Beatle favorito de Jude si ella era la reencarnación de aquel ego?

-Es mi habitación –murmuró con neutralidad, colocando un lienzo blanco en un caballete frente a la cama y tomando varios elementos que necesitaría para pintar-. Yo me sentaré en la cama y tú me pintarás. Es simple.

 Por supuesto, decirlo es más fácil que hacerlo.

MasterpieceWhere stories live. Discover now