Capítulo 14

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  Un mes después, se encontraban frente a un escenario rodeadas de gente en un gran estadio. Estaban a minutos de que al cantante británico saliera a tocar. La alegría y la emoción las consumían.

 Pasaron unos cuantos minutos casi eternos cuando el hombre con el bajo en la mano salió. Alba no se pudo contener y las lágrimas comenzaron a humedecer sus mejillas.

 Ninguna de las dos podía creer a la persona que tenían enfrente. Vestido con camisa y con su cabello canoso, Paul McCartney tocaba "A Hard Day's Night".

 Alba cada tanto miraba a Jude, quien cantaba frenéticamente mientras sus ojos amenazaban con dejar salir lágrimas. Era increíble, casi gracioso, ver a la persona más fría que había conocido hace meses en ese estado.

 Y cuando cantó "Hey Jude" la rubia lloró.

 Sabía que esa era su canción favorita de muchas personas, pero para ella, esa era su canción. No era por el hecho de que ella se llamara Jude, sino porque sentía que estaba escrita para ella y nadie más. Porque cada palabra de aquella canción la había consolado y aconsejado en sus momentos malos. Porque la hacía sentir comprendida.

 No estaba cantando como lo hizo con las demás canciones, simplemente se dispuso a escuchar y dejarse llevar por el sonido de la voz masculina. Ya no importaba que las personas que tenía detrás la estén empujando y le tirasen el cabello. En ese momento, sólo estaban Paul y ella.

 Todo se detuvo cuando una mano cálida tomó la suya. Miró cómo sus dedos se entrelazaban y la luego a la dueña de aquella mano. Alba miraba al cantante mientras las lágrimas invadían sus ojos. Bajo los reflectores debió ser considerada la octava maravilla del mundo.

 La gente era demasiada y empujaba desesperada por poder estar lo más cerca del escenario posible. Y fue por eso que Alba no pudo evitar estar pegada al cuerpo de Jude.

 Un par de ojos avellana hicieron conexión con otro par celestes; ambos llenos de lágrimas. Sus labios se rozaron involuntariamente.

 Y sucedió.

 Dicen que el beso es un dulce movimiento que la naturaleza ha inventado para cuando las palabras se vuelven inútiles.

 Las manos de Alba temblaban ligeramente detrás del cuello de Jude y sus piernas amenazaban con no mantenerla de pie mucho tiempo más. Había besado muchas veces antes; primero a un muchacho y luego a dos chicas que habían sido sus novias. Sabía que Jude seguramente había perdido la cuenta de quienes habían tocado sus labios.

 Pero puedo hablar por ambas cuando digo que aquel se convirtió en el mejor beso que habían tenido.

 No podría decir si fue el hecho de que ambas sentían sus corazones palpitar rápidamente, el ligero nerviosismo que había en sus mentes, las miradas que habían podido armonizar segundos atrás, la sonrisa que se formó durante el beso cuando se dieron cuenta de que los labios de la otra encajaban perfectamente o el hecho de que ambas estaban enamoradas, pero definitivamente aquel momento fue perfecto.

-Eso fue increíble –dijo en un suspiro la librera, mientras se alejaba los centímetros que la multitud le permitía.

 Abrió los ojos y se sintió realmente feliz al ver a ese ángel rubio de mirada avellana justo frente a ella, aquel color brillaba más que las estrellas que una vez habían mirado sentadas en una banca cerca de la casa de Irina.

-Lo sé –coincidió con una sonrisa-. Si pudieras tomar mi pulso ahora mismo se sentiría justo como un martillo.

 Alba rio ante lo dicho por Jude, ésta imitándola, y la besó nuevamente. En ese momento estuvo segura de que no existía mejor sabor que la risa de la estudiante contra sus labios.

 Y en aquel concierto, el Sol y la Luna se besaron.

***

 No es como si luego de ese beso fuesen algo, o como si aún fuesen un nada. Estaban en la muy incómoda y despreciable mitad. Estaban justo en el limbo de las relaciones afectivas.

 Se encontraban afuera del estadio, el cual ya se encontraba casi vacío. El viento frío azotaba sus rostros y sus manos estaban entrelazadas. Recorrían los alrededores del lugar, porque Jude necesitaba mostrarle algo.

-¿Sucede algo? –preguntó Alba preocupada, una vez que estuvieron lo suficientemente solas.

 Jude suspiró y asintió mirando el suelo.

-Por favor, no te asustes –pidió la rubia.

 Jude jamás bajaba la mirada hacia el suelo, pero ahora el piso lleno de hojas secas parecía ser lo único en lo que podía fijarse.

 Lentamente soltó su mano y levantó con cierto esfuerzo la manga de su chaqueta.

-Dios Jude, ¿qué te pasó?

 Los pálidos brazos de la joven estaban llenos de pequeñas heridas que parecían viejas pero que aún estaban cicatrizando, al igual que los moretones que coloreaban su piel. Se veían mal, muy mal, y debía sentirse incluso peor.

 Contuvo las lágrimas, y con la visión borrosa se acercó a ella para detallar bien los daños.

 De cerca era peor. Los moretones tenían un color verde oscuro, los pequeños rasguños no parecían querer sanar y las heridas grandes, particularmente un par en su muñeca, lucían tan perfectas que aterrorizaban.

-No es nada. Estaré bien en unos días. Yo...

-¿No es nada? ¿Puedes fijarte en lo que tienes en los brazos?

-Te ves hermosa hoy, All.

 Fue este el comentario que logró enfadarla. Jude parecía querer burlarse de ella, incluso en esta situación.

-¡Estoy harta de que ignores mis preguntas, Jude!

 La rubia sorprendida ante su enojo, la vio sacar de su bolso un paquete de pañuelos descartables y la botella de agua que había comprado para no deshidratarse durante el concierto. Mientras intentaba desinfectar y cubrir las heridas, Jude intentaba soportarlo.

-Lo siento –se disculpó con un susurro mientras Alba, claramente no muy contenta, limpiaba los rasguños cercanos a su codo.

 Su semblante se redujo un poco. Tal vez había sido demasiado dura con ella.

-Cuando te eché del departamento Harry comenzó a... –pero no encontraba el valor suficiente para decirlo-. Quería lo que le había prometido –comenzaba a llorar, y con sus lágrimas el corazón de Alba se rompía-. Estaba dispuesta a cumplirlo para protegerte, pero luego de besarnos un poco dijo que no le excitaba el hecho de que yo no estuviera interesada; así que sólo me lazó contra los cristales rotos que había en el suelo y se me tiró encima...

-¿No piensas llamar a la policía? ¿Contratar a alguien para que te cuide?

-La policía no serviría de nada en esta situación. Además, Harry no es tonto, seguramente ya huyó como la rata que es. Tampoco necesito a alguien que me cuide, no creo que puedan hacerlo.

 No tuvo oportunidad de sentirse asqueada, pero sí de aliviar un poco su ansiedad.

-¿Y qué hay de la herida en tu muñeca?

 Jude la miró, y parecía haberla olvidado. Alba lo hizo también, aterrorizándose ante tan dolorosa marca en su perfecta piel. ¿Podría realmente ser, tal y como los pequeños rasguños, un accidente por la furia del hombre?

-Un cristal, supongo. La verdad es que no presté mucha atención a eso.

 Pero algo le decía que mentía. Aun así, no le pareció correcto cuestionarla. Sentía que ya estaba lo suficientemente herida como para hacerlo.

-Me alegro de que estés bien de todas formas –le comunicó con una sonrisa.

-Yo también –coincidió al mirarla a los ojos.

 Ambas comenzaron a caminar hacia el auto de Jude, pues el frío de la noche ya se estaba tornado insoportable.

-¿Realmente estás bien, Jude?

-Eso creo, All.

 Pero era evidente que, en medio de aquella situación, la rubia comenzaba a derrumbarse.

MasterpieceWhere stories live. Discover now