CUATRO: Las fotos

421 77 49
                                    

CAPÍTULO 4


La impresora emite un chirrido desde adentro y el hombre que espera su hoja alza el labio con molestia, un gruñido suave sale de sus labios. Le da un golpecito al aparato y este parece reconsiderar si le conviene trabarse con la hoja a la mitad, y decide mejor seguir imprimiendo.

En un par de segundos, la hoja gruesa y a color sale por completo; el hombre la toma, observándola con deleite y felicidad. Hay unas líneas horizontales de lado a lado, casi imperceptibles, que le informan que pronto tendrá que poner más tinta; anota mentalmente recargar los cartuchos.

En la hoja fotográfica hay una imagen que le altera el ritmo cardiaco. Es una mujer de piel oscura repleta de puntitos de brillo a causa de algún producto que choca con el flash de la cámara. No se ve su rostro, únicamente muestra de su mentón hacia abajo pero eso solo hace que la imagen por sí misma sea más atrayente, misteriosa.

Los pechos de la mujer, perfectos, erguidos y redondos, están cubiertos por un sostén de encaje blanco que contrasta tanto con el tono de piel, que luce casi exótico. Su abdomen está húmedo: diminutas pero bastantes gotas acarician esa área, haciendo de la imagen algo artístico; el hombre no puede evitar pensar en lo que sería recorrer esa humedad con la lengua.

La imagen fue tomada con un juego de luces moradas y rosadas, cuyas sombras realzan los puntos más eróticos de la modelo. Sus brazos, uno de los que apenas se ve el codo, pues lo tiene elevado sobre su cabeza, y el otro rozando su cintura, su mano abierta sobre su cadera con los dedos apuntando hacia su centro, apenas cubierto con otro trozo de encaje blanco, muestran varios lunares que crean constelaciones si alguien se anima a unir cada punto.

Él se anima. Él lo ha hecho. Ha sacado cada foto que su diosa llena de misterio ha subido a Internet, la ha impreso y la ha pegado en la pared, creando un mosaico de perfección que puede mirar durante horas sin aburrirse. Un mosaico que le ha permitido memorizar cada peca y ángulo del foco de su amor.

«¿Quién eres?», pregunta mirando la foto, su voz ronca y exaltada.

Lleva años siguiendo sus páginas, años viendo su cuerpo, admirando cada centímetro que muestra, comprando su contenido, siendo su fan número uno.

Durante años no ha hecho más que alabar y rezar a esa mujer que lo tiene enloquecido desde la primera vez que la vio.

El hombre roza las yemas de sus dedos sobre la foto, cerrando los ojos para poder imaginar que no es papel brillante sino piel caliente lo que está tocando. Imagina a su diosa diciendo su nombre, pidiéndole que la toque con más fuerza, con más devoción, con más adoración. Así que lo hace hasta que el papel se rasga y entonces abre los ojos.

La decepción se impregna en su rostro; eso es una foto, no es ella, pero mientras no logre encontrarla, esto es lo más cerca que estará de sentirla.

Suspira, toma la cinta adhesiva de su mesita, le pone un trozo a cada esquina del respaldo de la foto y la pega en la pared con las demás.


∷∷∷



En el corazón de Sandy •TERMINADA•Onde as histórias ganham vida. Descobre agora