VEINTINUEVE: Vandalismo y revelaciones

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CAPÍTULO 29
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Mau

La cabeza me palpita con fuerza. Dios, que hace años no sentía un dolor de cabeza tan pero tan pulsante. Ojalá fuera por resaca, así al menos con un buen caldo de pollo todo estaría bien. Pero no es así. Ni siquiera hay una causa específica...

Bueno, quizás la hay. Supongo que despertarme a las cuatro y veinte de la mañana porque la empresa con quien tengo contratadas las cámaras y alarmas para mi estudio me llamó porque hubo un ingreso a la fuerza, puede desencadenar malestar.

Salir corriendo con mi hermana para recorrer las cuatro calles desde casa a esta hora y en pijama, también puede influir. No, pero en realidad, lo más atenuante es encontrar la fachada del estudio destrozada.

—Dios... —Vicky murmura entre dientes cuando la ve y apura más el paso aunque ya íbamos casi corriendo.

Al estar cerca, lo lógico sería entrar con apuro para ver qué daños hay adentro, pero por algún motivo, la perplejidad nos deja de este lado sin intención de movernos.

El cristal que ocupa casi toda la fachada, donde está —estaba— el nombre de nuestro estudio «Línea de tinta» y nuestros números de teléfono, está quebrado en mil pedazos, la puerta metálica a la derecha tiene los cristales de arriba rotos y el resto está rayado con aerosol rojo y negro. Creo distinguir una que otra palabra, pero entre el manchón de pintura no se distingue gran cosa.

La alarma está sonando a todo volumen, de seguro los vecinos ya se han despertado con el ruido y nos odian en este momento.

Lo primero que pienso luego de absorber la escena frente a mí es que nos han robado todo. Los computadores, las máquinas para tatuar, las impresoras, los insumos, la decoración... más de ocho años acá y jamás nos había sucedido nada así.

Vicky es la primera en reaccionar. Sortea los cristales y la destrucción para entrar y apagar la alarma, examinar los daños, procesar lo que pasa. Tras un minuto más, la sigo. Adentro, la cara de mi hermana muestra más sorpresa aún.

—¿Qué...?

—No se llevaron nada —confirma, como si necesitara que yo le dijera que estoy viendo lo mismo—. No nos robaron...

Camino sobre los cristales que quedaron adentro para revisar con incredulidad una, dos, tres veces que todo lo de valor está en su lugar... y así es.

—¿Quizás escucharon la alarma y se asustaron?

Vicky se encoge de hombros, perpleja y camina también alrededor para asegurarse por su cuenta de que nada hace falta. Entonces llega a la pared derecha, se detiene, jadea con miedo y retrocede un par de pasos.

—Mau...

Sigo la dirección de su mirada y el corazón se me cae a los pies. Hay pegadas varias fotos... de Sandy conmigo. Comiendo en la feria que estuvimos hace dos semanas, bailando en el bar al que fuimos con nuestros amigos, saliendo del hospital en mi auto, solo hablando en la fachada del estudio. En todas las imágenes mi cara está tachada con una X roja y chorreante de pintura fresca.

En medio de las fotos hay una frase hecha con el mismo aerosol:

Ella es mía.

—¿Pero qué...?

Los ojos de mi hermana viajan a los míos y los veo tan aterrados que me incrementa a mí la angustia. No entiendo nada de esto, pero por el gesto de ella, Vicky sí sabe de qué va el asunto. Entonces suelta cinco palabras que me tambalean todo por dentro.

En el corazón de Sandy •TERMINADA•Where stories live. Discover now