DIECISIETE: La subasta

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【CAPÍTULO 17】

El hombre frente a la pantalla tiene los ojos rojos de tanta exposición a la luz. Le duele el cuello, la espalda y el trasero por estar sentado tanto tiempo. Pero no puede moverse, no ahora que algo tan importante está pasando.

Internet es un pozo infinito con miles de habitaciones ocultas, miles de huecos donde se puede encontrar cada secreto oculto por todas las personas del planeta. Y hoy, en específico, el hombre ha encontrado su Grial, su tesoro más preciado, la respuesta a una pregunta que lleva haciéndose años.

«¿Quién eres?», dice en voz alta. Al mismo tiempo, responde: «Ya te estoy encontrando, vida mía».

Alguien en una página clandestina, que ha batallado para encontrar y acceder, ha asegurado saber quién es «Chocolate_star» y está subastando la información.

Es un foro inmenso, repleto de personas, de datos, de hombres que buscan las identidades, secretos o ubicaciones de gente que se lo guardan todo, que creen que no hay manera de dar con ellas, que están seguras.

Pero nadie, absolutamente nadie, está seguro en Internet.

Siempre hay alguien que sabe cosas, o que conoce a alguien que sabe, y de un modo u otro, todo se descubre.

Al hombre frente a la pantalla le sorprende y le llena de rabia ver que tantos hombres están pujando para obtener la identidad de su diosa. Siempre ha sido consciente de que ella tiene público por montones, pero solo él es su fan número uno, solo él tiene el derecho de reclamarla como suya.

Así que ofrece más dinero, encabezando la subasta. Alguien ofrece más, pero el hombre no se rinde, así que sube su oferta. Y la sube de nuevo y de nuevo.

Finalmente, ofrece un monto que nadie más puede igualar, así que la subasta se cierra y él gana como gran comprador.

Entra a un enlace del subastante para realizar su pago y al hacer la transferencia, de inmediato llega a su correo lo que buscaba.

El hombre abre con avidez los archivos, examinando cada palabra, cada párrafo, cada enlace que lo llevará a ella. Tan solo segundos después, el hombre ve una imagen que lo congela unos segundos en su lugar, que va expandiendo poco a poco su sonrisa, que acelera su corazón y le hace hervir la sangre.

Una foto del rostro de su diosa, el que tantas veces ha imaginado. Labios gruesos, ojos grandes y marrones, nariz ancha y preciosa. Es una obra de arte, tal como pensó siempre. Sus ojos se humedecen de la emoción.

Más abajo, lee su nombre: Sandra Rivera.

«Sandra Rivera», dice en voz alta, «te encontré». 

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En el corazón de Sandy •TERMINADA•Where stories live. Discover now