CUARENTA Y CINCO: El paso a paso para avanzar

286 63 33
                                    

✩━━✩━━✩━━✩━━✩━━✩
CAPÍTULO 45
✩━━✩━━✩━━✩━━✩━━✩

Sandy

Exponer mi cuerpo y mi imagen en Internet —salvo lo que me acaba de pasar— nunca fue algo incómodo para mí porque lo hacía por voluntad y gusto.

Ahora no es así.

Mi imagen, mi cara, mi nombre, el de mis padres, el de mis amigos, todo está siendo expuesto al público sin mi consentimiento en redes sociales, noticieros, estaciones de radio, periódicos, blogs. Y no puedo controlar nada de eso.

Cuando estuve sentada en la cama del hospital creí que mi pesadilla ya había terminado, pero al cruzar las puertas de salida me di cuenta de que no era así, de que quizás tendría que vivir por mucho tiempo siendo revictimizada por la sociedad, por el morbo, por la necesidad de todos de saber de mí, por el deseo irrefrenable que tienen de conocer cada detalle de mi secuestro.

Cada día que pasa en que no hablo con los medios, más importante se vuelve para ellos intentarlo. Han llamado a mis padres, han ofrecido dinero, han enviado regalos, han buscado a cada persona que alguna vez pudo conocerme para que hable sobre mí.

Mis mejores amigas y los más cercanos han guardado silencio, porque entienden lo tediosa y dolorosa que es la situación, pero me ha sorprendido ver notas en diversos medios donde ese compañero de colegio en noveno grado, o aquella chica con quien me crucé en algunas fiestas, o el señor de la tienda donde solía comprar el pan, hablan de mí como si me conocieran, como si este episodio de mi vida les afectara tanto como a mí. Como si tuvieran la autoridad moral de decir que «ella siempre fue así de alocada, eso de tomarse fotos desnuda es algo que esperaría de ella».

Que mi subconsciente sepa que todo lo que dicen es infundamentado y estúpido, no hace que deje de afectarme cómo me he convertido en el foco de chismes y opiniones. Y de críticas, muchísimas críticas.

Me nombran en reportes sobre el acoso y sobre el peligro del Internet; soy un ejemplo que se le dice a las niñas pequeñas sobre qué no hacer con tu vida y tu intimidad; soy un misterio que las personas quieren ver en cámara mientras llora y relata sin pudor el peor momento de su existencia; dejé de ser Sandra Rivera, ahora soy una víctima, una sobreviviente, un espécimen al qué analizar.

El tema con la prensa es que si no encuentran una historia, la inventan porque a las personas les importa leer, no la verdad. Por eso me he cruzado con artículos descabellados y falsos sobre cómo empecé en el mundo del contenido erótico, sobre cómo la falta de atención de mis padres me llevó a buscar aprobación masculina, sobre cómo el tipo que me secuestró era en realidad un viejo amigo mío; todo eso lo hacen pasar como realidades certificadas por mí y la gente lo cree.

He leído análisis de mi conducta, de la crianza de mi familia, de la influencia de mis amigas. He leído que estamos pidiendo dinero al gobierno a modo de compensación, he leído que fui a la tumba de Rafael a llorarlo porque terminé enamorándome, he leído que tengo problemas mentales. Tantas mentiras que la gente siempre cree.

Pero, aún con todo eso, lo peor de esta situación pasa en mi casa con mis seres queridos.

Dejé de ser la mejor amiga que da consejos, dejé de ser la hija fuerte y trabajadora, dejé de ser la vecina amable que ayuda a bajar la basura de sus vecinos.

Ahora para todos soy la mujer a la que secuestraron, a quien hay que mirar con lástima, con compasión, hablarle poco y evitar mirar a los ojos para que no tenga la necesidad de contar lo que le pasó.

He descubierto que los detalles mórbidos solo interesan a los que no me conocen en persona, pues aquellos que me quieren y tienen una imagen de mí más allá de los recientes acontecimientos, no quieren imaginarme en tal sufrimiento.

En el corazón de Sandy •TERMINADA•Where stories live. Discover now