DIEZ: El elefante en la habitación

349 75 34
                                    

✩━━✩━━✩━━✩━━✩━━✩
CAPÍTULO 10
✩━━✩━━✩━━✩━━✩━━✩

Sandy

El pabellón es inmenso. La última vez que fui a una convención, fue a una de ánime a mis diecisiete años, fui también con Vicky y con Mau, pero no recordaba que los espacios fueran tan grandes y atestados. La cantidad de gente que se mueve de acá a allá es impresionante.

En nuestro stand tenemos dos áreas de tatuado para Vicky y Mau y un pequeño mostrador donde permanezco yo, brindando información a los que preguntan, generando citas para los dos siguientes días y cobrando a los que han podido tatuarse hoy mismo.

Vicky ha tatuado a una mujer de una piel blanquísima que resaltó de forma preciosa el estilo acuarela de su tatuaje: una sirena enredada en olas. Me encargué tomar la foto del tatuaje —otra de mis responsabilidades— y la subí a las stories de la cuenta del estudio.

Todo el trabajo que hicimos de promoción ha funcionado; hemos subido seguidores y engagement en las publicaciones. La foto del tatuaje de acuarela, sin ir más lejos, recibió más de diez mensajes directos preguntando precios aproximados. Claramente no todo el que pregunta se vuelve cliente, pero llamar la atención es el primer paso.

Aunque Alexa no pudo venir, desde su casa nos está apoyando respondiendo todos esos mensajes, pues yo no puedo hacerlo todo mientras hay tanta gente.

Una chica sale sonriente del espacio de Mau y muestra a su amigo —que esperaba a mi lado— el pequeño tatuaje que se ha hecho: la cara de un perrito con una fecha debajo. Nos agradece el servicio, paga y se retira.

A los pocos segundos sale Mau y se acerca a mi asiento; por reflejo pone su mano sobre mi hombro para inclinarse y mirar el papel que tengo en frente con las citas próximas. Habla casi en mi oído:

—Tengo como quince minutos libres.

Ladeo la cara en reflejo, tensa y esa es la peor idea porque como está tan cerca a mí, girarme solo ha hecho que nuestros rostros queden sin distancia entre ellos. Al parecer nos sorprendemos en igual medida de la cercanía, pero ninguno se mueve.

—Deberías mirar en Google la definición de espacio personal —murmuro, queriendo que mi tono salga acusatorio pero logrando apenas un retintín coqueto.

—Yo sé la definición.

—No eres muy bueno con el asunto de respetarlo.

Bastaría un suspiro apenas brusco para que su nariz toque la mía. Suelto una risita que me hace sentir estúpida.

—Dime que te incomoda y me alejo.

—Estás abusando de tu poder de jefe.

—Ah, verdad, a ti te gusta tener el poder.

—Exacto.

Mau es un descarado. Ha coqueteado con todo lo que se mueve desde que lo conozco, yo incluida. Ha usado siempre su tono meloso, su tono coqueto, su tono pícaro, su tono divertido y casual. Nunca antes me había afectado, pero la verdad es que nunca había sonreído de lado antes de mirarme los labios sin mucho disimulo tampoco.

Mirarme así es nuevo. Pese a lo que pasó entre nosotros. no ha habido más que miraditas incómodas de vez en cuando, pero con ese gesto de ahora me pongo a pensar que quizás Mau también se siente turbado por los recuerdos. Y si es así, ¿sería este un buen momento para hablarlo? ¿Cómo saco el tema así no más?

—No veo que como empleada estés muy molesta.

Trago saliva, acalorada. Mi sentido común gana un poco y me pongo de pie, la silla que tenía abajo rechina al echarse hacia atrás. Mau también se endereza, pero el buen humor no baja de su rostro.

En el corazón de Sandy •TERMINADA•Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang