DOCE: En fin, la hipocresía

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CAPÍTULO 12
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Sandy

He metido la pata una cantidad innumerable de veces, pero creo que lo que hice anoche se gana el premio a la cagada más grande de mi vida. No solo porque razoné con los pies —o con cualquier parte del cuerpo ajena a la cabeza—, al parecer, tomando una decisión tan estúpida, sino porque también decidí hacerlo justo cuando no puedo alejarme y evitar a los implicados, porque literalmente dormimos bajo el mismo techo.

En la misma habitación.

Cuando salgo de la ducha —no porque quiera enfrentar el día, sino porque ya llevo acá casi una hora y no quiero que mi amiga se preocupe—, me alivia un poco ver que Mau no está. Pero Vicky sí y no sé si eso es mejor o peor.

Ella me observa con el rabillo del ojo mientras termina de maquillarse, el espejo redondo en su mano inclinado para ver bien su párpado. Cual perrito regañado camino alrededor de la cama para buscar en mi maleta mis zapatos.

—Hay buffet de desayuno —dice Vicky con naturalidad—. Viene incluido con la estadía, así que come muchísimo para que haya valido la pena.

—Tengo mucha hambre, así que no será problema.

Vicky termina de maquillarse y se pone de pie para dejar sus cosas en su lugar. Cuando sus manos quedan desocupadas, se reclina contra el marco de la puerta del baño, desde donde me mira con los labios apretados y las cejas enarcadas.

—¿Vamos a fingir todo el día que no vi nada anoche?

Siento el calor en mis mejillas, el instinto doloroso de excusarme y culpar a Mau o cualquier cosa que no me haga lucir como una imprudente, impulsiva y traidora. Que sí soy, pero no me gusta que los demás lo vean.

Tomo el valor para mirarla a los ojos.

—¿Estás enojada?

Frunce las cejas, como si fuera lo más estúpido para preguntar.

—No sé si «enojada» es lo correcto. Creo que me voy más a «sorprendida» o «confundida» o «asqueada». No tienes hermanos, así que no puedes entender lo perturbador que es encontrar a uno compartiendo fluidos con tu mejor amiga. Soñaré con eso y sufriré por años.

Hago una mueca ante su elección de palabras.

—No digas «compartir fluidos», suena asqueroso.

—Exacto. —Vicky pone su mano en la cintura antes de resoplar—. ¿Qué pasa entre ustedes, hace cuánto y por qué es un secreto que decidieron arriesgar justo conmigo mirando? ¿Qué rayos les sucede? ¿Qué mal les he hecho yo?

—¡No hay nada entre nosotros! —casi grito—. No es nada.

—De acuerdo —dice Vicky, suspirando. Se retira del marco de la puerta del baño, luego va hacia la cama para tomar su bolso—. Nosotras no nos presionamos entre nosotras para hablar de lo que no queremos. No me quieres contar, está bien, solo... No lo hagas frente a mí para luego negarlo, eso está cabrón, Sandy.

—No es que no te quiera contar...

—Bueno, por el motivo que sea, tengo fe en que me contarás cuando sea preciso. —Vicky llega a la puerta y me mira con intensidad—. Pero ahora no tengo mente para esto, llevo años esperando trabajar en esta convención, no puedo... ni pueden ustedes dos arruinarlo con sus enredos. Dejen el drama para cuando acabe el fin de semana.

—Lo siento mucho —murmuro, bajando la mirada.

No sé qué decirle, porque no sé qué decirme a mí misma de lo que pasó con Mau. No he logrado ordenar mis ideas para tener claridad personal, mucho menos para contarle nada a Vicky. Y tiene razón, estamos aquí por algo sumamente importante en su carrera, en su trabajo, está muy mal de mi parte querer emborronar eso con estas tonterías.

En el corazón de Sandy •TERMINADA•Where stories live. Discover now