08 | Jayden Moore

103K 12.8K 4.8K
                                    

08 | Jayden Moore

Al mirar el reloj redondo que estaba colgado sobre la puerta de la clase, solté un suspiro de alivio. Gracias a Dios, había conseguido llegar a tiempo: como todavía faltaban diez minutos para que sonase la campana, ningún profesor tendría una excusa válida para regañarme hoy.

Tras llenarme de aire los pulmones, di un paso adelante y me adentré en el aula de francés, en donde la señora Jameson, una mujer mayor de sesenta que seguía impartiendo clase a pesar de que ya tenía edad para jubilarse, iba a estar poco más de una hora explicándonos las distintas conjugaciones de los verbos en pasado que se utilizaban en ese idioma.

Lo único bueno que había en todo esto era que Jayden, por alguna razón, adoraba a esa profesora; así que no se lo había pensado dos veces a la hora de apuntarse a su clase. Por consiguiente, yo tampoco.

Pero la clase de francés podía volverse aburrida si te tocaba sentarte en primera fila, como a mí, y si el chico que te morías por mirar ocupaba uno de los últimos asientos de la clase. Solamente podía deleitarme con él cuando salía a exponer algún trabajo, cosa que no ocurría muy a menudo. Jayden era un buen estudiante, por lo que no le hacía falta hacer ningún tipo de proyecto para sacar sobresalientes.

Por si fuera poco, también era un chico muy trabajador. Se esforzaba en clase más que nadie. Además, era guapo, amable y divertido. Y tenía miles de cualidades...

En resumen: Jayden era perfecto, por eso estaba enamorada de él.

—Vaya, vaya, vaya... —Al escuchar una voz a mis espaldas, me di la vuelta para toparme con la sonrisa burlona Scott, que ya estaba sentado en nuestra mesa, esperándome—. Eleonor Taylor llegando temprano, quién lo diría. He oído que no has tenido clase las dos primeras horas. Suertuda.

—El profesor de matemáticas está enfermo —respondí—, pero aun así he tenido que madrugar.

—Eso explica tu cara de muerta —añadió—. Estás horrible.

Nada más ver la expresión de mi rostro, se echó a reír. Yo rodé los ojos, me armé de paciencia y traté de ignorarlo mientras rodeaba la mesa para ocupar mi asiento. Era consciente de que seguramente tenía razón: debía de tener una pinta horrible, con los ojos llenos de ojeras, pero eso estaba lejos de preocuparme ahora mismo.

Después de sacar los libros de la mochila, rebusqué un bolígrafo en el estuche y abrí mi diario que, como siempre, había estado escondido entre la libreta de biología y la de literatura. Al ver escrito en la primera página el nombre de la persona con la que iba a tener que quedar mañana en la hora libre, hice una mueca.

—Scott, ¿podrías hacerme un favor?

—Depende. ¿Cuántas chocolatinas me darás a cambio?

—Todas las que quieras. —Él asintió, de acuerdo con mi respuesta, y curvó los labios en una sonrisa—. Necesito que vayas a hablar con Nash durante el almuerzo y le digas que no puedo quedar mañana.

—¿Y eso?

Suspiré.

—Tú solo díselo. Sé que no va a venir, así que prefiero cancelar nuestra reunión antes que volver a quedarme esperando en el parque como la última vez. —Excepto que en esta ocasión no iba a ser en el parque, sino en la habitación que utilizábamos como sala de reuniones de UAG.

—¿Por qué estás tan segura de que va a faltar?

—Porque me odia. Lleva sin hablarme desde el viernes.

—No seas exagerada. —Se inclinó sobre la mesa para coger la tapa de mi diario y cerrarlo—. Solo han pasado dos días. Ya sabes, la gente suele estar muy ocupada los fines de semana: fiestas, visitas... A lo mejor no ha tenido tiempo.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now