31 | Una dolorosa invitación

75.8K 9.9K 6.8K
                                    

31 | Una dolorosa invitación

—¿Quieres un poco de pegamento para tu corazón roto?

Olivia estaba sentada frente a mí, hojeando una revista de moda en cuya portada aparecía ese modelo brasileño que tanto le gustaba. Mientras que con una mano pasaba las páginas —tan rápido que supuse que, en vez de leer los artículos completos, se limitaba a mirar las fotografías—, se tocaba el pelo distraídamente con la otra.

Hacía un rato que mis ojos habían dejado de pasearse por la cafetería, en busca de una persona cuyo nombre prefería no pronunciar, para observarla a ella. Mi amiga debió de sentir mi mirada, porque levantó la cabeza de repente y me preguntó:

—¿Qué pasa?

—¿Cómo has dicho? —indagué yo.

Había sido una pregunta retórica. En realidad, mi objetivo no era obtener una respuesta, sino hacerle saber que lo acababa de decir estaba fuera de lugar. Sin embargo, Olivia no se lo tomó así. Tal vez no entendió cuáles eran mis intenciones o quizás, a pesar de sabérselas, prefirió hacerme sufrir un poquito más, ya que procedió aclararse la garganta antes de aclarar:

—He dicho —repitió con lentitud, bebiendo el último sorbo de su zumo de manzana y dejándolo sobre la mesa— que si quieres un poco de pegamento para pegar los trozos de tu estúpido corazón roto. Lo digo porque he visto una oferta de tres por uno. Sale bastante barato, y es extrafuerte.

—No me refe... —Sacudí la cabeza para apartar esa frase de mi cabeza y decidí ir directamente al grano—. No me estás ayudando.

Ella cerró la revista de un golpe, sobresaltándome. Al parecer, mi comentario no le había gustado.

—Es que no trato de ayudarte. Estoy intentando hacerte sentir peor.

Junté las cejas.

—¿Perdona?

—¡Deja de auto compadecerte! Llevas días lloriqueando como una idiota y todo es porque eres una cobarde. Quieres solucionar lo que ha pasado, pero no lo haces. Y es estúpido. No eres tú quien tiene la culpa de todo, sino Jayden. Él te besó a ti. Te obligó a aceptar ese beso. Si se lo hubieras contado a Nash antes de que se enterase, si hubieses sido valiente, ahora mismo estaría aquí sentado con nosotras. Pero no lo hiciste, y mira cómo habéis acabado. Así que, sí, me has pillado. Estoy intentando hundirte todo lo posible, porque necesito que te des cuenta de que si las cosas siguen mal entre los dos, es solo porque tú quieres que así sea. —Se llevó una mano a la barbilla y puso el codo en la mesa para que le sirviese de punto de apoyo. Mientras tanto, sus ojos se dedicaron a inspeccionar las mesas de nuestro alrededor—. Por cierto, ¿has visto a Jayden? Estoy deseando ver la expresión de su cara cuando se dé cuenta de que ha conseguido su objetivo y Nash y tú ya no estáis juntos gracias a él. Y a ti, por supuesto.

En vez de dolerme, su sermón logró molestarme. No creía que pudiera estar haciéndome algo así. Se supone que era mi mejor amiga. ¿Desde cuándo las mejores amigas se dedicaban a herirse entre sí? Sintiéndome repentinamente traicionada y enfadada con ella, seguí su mirada hasta dar a parar con el susodicho, que estaba sentado junto a Grace en una de las esquinas de la cafetería, y le dije:

—Para tu información, Nash y yo nunca hemos estado juntos.

Mi amiga resopló.

—Entonces, si yo decidiera empezar a salir con él, ¿no te molestaría?

Apreté los puños por debajo de la mesa.

—Te estás pasando de cruel.

—No, tú te estás pasando de cruel —contraatacó—. Han pasado más de tres días y sigues aclarar las cosas. ¿Te ha quedado claro que eres una estúpida o tengo que repetírtelo?

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora