41 | Tú eres mi tesoro

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Vuelvo a insistir, no dejéis comparaciones con otros libros, por favor :( Gracias


41 | Tú eres mi tesoro

NASH


No fue hasta que hube cruzado la carretera y mis pies se detuvieron delante la puerta de la valla que rodeaba la casa de Eleonor que me di cuenta de que, al salir, Devon había echado la cerradura. Lo que venía a significar, en pocas palabras, que no había otra forma de entrar que no fuese a la fuerza y, como yo no era lo suficientemente musculoso como para abrir la cancela de una patada, todas las opciones se me reducían a una: saltar.

Tragué saliva mientras observaba el enorme muro que iba a tener que trepar. A mis espaldas, Olivia me susurró algo desde el arbusto, pero no quise volverme a mirarla. Si lo hacía, me entrarían ganas de echarme atrás. No podía permitirme dudar de esa manera. No habiendo llegado a este punto.

Cuando ingenié el plan, no pasé por alto que seguramente tuviese que saltar la verja. No me parecía un problema, porque sabía cómo hacerlo. Además, tampoco era la primera vez. Ya lo había hecho en otra ocasión, y con Eleonor mirándome. Ahora solo tenía que limitarme a hacer lo mismo. ¿Qué podría pasar?

«Aparte de romperme la cadera, nada». Inspiré profundamente para llenar mis pulmones de oxígeno antes de llevar la vista hasta el punto más elevado de la valla. Medía, por lo menos, dos metros y medio de alto. Solo setenta y cinco centímetros más que yo. Allá íbamos.

«Por ella», me repetí: «Lo haces por ella». Y metí un pie entre dos barrotes. Tras comprobar que la verja era medianamente estable, puse el otro bastante más arriba. Di un salto, rodeé las puntas afiladas de la parte superior de la valla con las manos y me impulsé con todas mis fuerzas, hasta terminar sentado entre dos de ellas.

El corazón me dio un vuelco cuando, una vez arriba, miré hacia abajo y me di cuenta de lo lejos que estaba del suelo. Mierda.

—Muy bien, Nash —susurré, tratando de darme ánimos—. Ya has hecho la parte fácil. Ahora toca la más complicada: bajar sin matarte. Vamos, ya has hecho esto antes. No es tan difícil.

Cerré los ojos y empecé a contar. No quería pensar en nada porque, si le daba muchas vueltas, acabaría echándome atrás. Y no podía permitírmelo.

Tomé aire.

«Tres, dos, uno...»

«Ya».

Haciendo acoplo de toda mi fuerza de voluntad, me dejé caer sobre el jardín. Durante una milésima de segundo, se me quedó un pie atascado entre dos de los barrotes, pero acabé comiéndome el suelo de todos modos. Olivia gritó, el césped amortiguó el golpe y la tierra mojada lo hizo todo más desagradable, colándose por el interior de mi ropa y empapándome por completo.

Pero estaba abajo. Lo había conseguido, había saltado la valla. Y había sobrevivido.

Con la euforia recorriéndome las venas, me levanté de un salto y le hice una seña a Olivia para que supiese que estaba bien. La vi suspirar desde el arbusto, antes de que volviese a esconderse tras él, llena de alivio. Entonces, supe que había llegado el momento de entrar. Ahora tenía que ir más allá, conseguir aquello que venía buscando. Y tenía que ser rápido.

A una velocidad sobrehumana, subí las escaleras del porche y saqué del macetero más próximo a la puerta la llave que Olivia me había asegurado que siempre escondían allí.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now