27 | Cuestión de nervios

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27 | Cuestión de nervios

—¿Qué te parece este? Morenazo, alto, guapo, labios apetecibles... Es un buen partido.

Olivia terminó la frase enseñándome un modelo brasileño que cumplía con todas las características que acababa de mencionar. Era un chico joven, de no más de veinticinco años, que salía sin camiseta en una fotografía que ocupaba toda la pantalla táctil del teléfono de mi mejor amiga.

Arrugué la nariz en señal de desagrado y ella rodó los ojos cuando me volví hacia el espejo sin contestar.

Tras abrocharme la camisa, di varias vueltas sobre mí misma para comprobar cómo me quedaba. A pesar de que era el tercer conjunto que me ponía, todavía no había dado con el indicado, y este tampoco parecía serlo; la parte de arriba era demasiado ajustada para mi gusto y la de abajo, muy simple.

Las manecillas de mi reloj de pared marcaron las cinco y diez, y yo suspiré con desgana. A este paso, como no eligiese algo ya, iba a llegar tarde. Y entonces sí que iba a dar una mala impresión.

—¿Y este? Rubio, ojazos, un cuerpo bien trabajado... wow, y menudo cuerpo bien trabajado. Está como para...

—¿Te gusta? —la interrumpí, girando la cabeza para mirarla. Al verme, Olivia entrecerró los ojos, pensativa, aunque volví a hablar antes de que le diese tiempo a abrir la boca—: Estoy ridícula, ¿verdad? Este me queda peor que los anteriores.

Hizo la croqueta sobre mi cama hasta quedar en uno de los extremos y enterró la cara en el colchón.

—¿Por qué te importa tanto? Ponte cualquier cosa y listo.

—No puedo ponerme cualquier cosa. Es... es Nash.

Olivia no levantó la cabeza para mirarme en ningún momento, pero yo me volví hacia el espejo de todas formas, en un intento de ocultar mis mejillas sonrojadas.

—¿Y qué? Te ve todos los días con cara de muerta viviente en el instituto, y aun así le gustas. No tienes nada lo que preocuparte.

—Esto es diferente. Su familia estará allí. —Me mordí el labio cuando la vi sonreír con burla a través del espejo—. Entonces, ¿este está bien?

Aunque hizo amagos de querer tirarme un cojín a la cabeza, acabó accediendo a ayudarme.

—Irías mejor con un vestido. ¿Qué te parece el azul ese con el que fuiste a...?

—¿Estás de broma? No.

—Podrías llevar ese negro... El que tiene flores blancas abajo, ¿sabes cuál es? Ese que te compré por tu cumpleaños y que todavía no te has puesto —recalcó, lanzándome una mirada furibunda. Rodé los ojos mientras me acercaba al armario en busca del susodicho. Cuando lo tuve en mis manos, Olivia le echó un rápido vistazo antes de volver la vista a su móvil y asintió con la cabeza—. Es perfecto.

Me sobrepuse el vestido y contemplé mi reflejo, ceñuda.

—Entonces, ¿llevo este?

—¿Qué? Oh... Yo me refería al chico. El chico es perfecto —aclaró—. Tiene unos labios tan... uhm, pero el vestido también está genial. Póntelo, sí. Y no te abrigues mucho, hoy hace calor y... Dios, tienes que ver a este pivonazo. Está buenísimo.

—Te odio.

Reacia a seguir intentándolo, dejé el vestido sobre el escritorio y desarrimé la silla para sentarme. Acto seguido, escondí la cara entre mis manos y solté un profundo suspiro.

Olivia tan solo tardó unos segundos en darse cuenta de lo que me ocurría, cruzar la habitación y arrodillarse a mi lado.

—¿Estás nerviosa? —me preguntó, apoyando la barbilla sobre mi pierna.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now