35 | Nuestra primera cita

114K 10.4K 10.8K
                                    

35 | Nuestra primera cita

Unos días más tarde, nada más salir de mi última clase, cuando ya iba camino del aparcamiento, en busca de mi hermano Devon, me crucé con Nash por el pasillo.

Lo primero que hice nada más verlo fue examinarlo de arriba abajo. Tenía los pómulos ligeramente levantados, una sonrisa pintada en los labios y los ojos casi cerrados, como si todavía siguiese medio dormido, a pesar de que faltaba poco para que diesen las tres de la tarde. Además, estaba bien peinado. Y guapo, mucho más que de costumbre.

Quizás fuese porque se había levantado de buen humor esa mañana y había decidido arreglarse para venir al instituto. Sin embargo, algo me decía que Nash estaba igual que siempre y todo se debía a que yo estaba mirándolo con otros ojos.

Y es que era una locura pensar en lo mucho que había cambiado mi opinión sobre su persona, tanto física como moralmente hablando, en estos últimos meses. Aunque si había algo todavía más loco, era pensar en cómo habíamos acabado, después de todo. Pese a todo.

Juntos.

Aunque, ¿acaso dejamos de estarlo en algún momento?

—¿Sabes una cosa? Estoy replanteándome seriamente la posibilidad de contratar a tu mejor amiga para que cometa un asesinato. Julie me agobia demasiado y estoy bastante seguro de que Olivia tiene las herramientas necesarias para hacerla desaparecer de la faz de la tierra sin dejar rastro —me dijo rápidamente, sin vocalizar apenas.

Parpadeé con sorpresa. Nash ni siquiera me había saludado, así que supuse que iba a tener que hacerlo yo. Con un ágil movimiento, me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla que lo dejó algo confundido. Pasados unos segundos, infló los cachetes y esbozó una pequeña sonrisa, antes de añadir:

—Bueno, en realidad... No sé. Creo que no me importaría que ella estuviese molestándome todo el día si luego, cuando vengo a quejarme, tú me saludas así. Podría acostumbrarme a tu lado cariñoso, Eleonor.

La verdad era que yo también.

Por el rabillo del ojo, vi cómo el conserje se acercaba a su cuarto de limpieza. El armario de los trastos, que era como los alumnos solían llamar a ese lugar, solo se abría cuando el centro estaba vacío. De modo que, si no queríamos meternos en un lío, iba a ser mejor que nos marchásemos cuando antes. Teniendo esto último en mente, le hice una señal a Nash para que me acompañase y juntos echamos a andar hacia la salida.

Sus dedos bajaron por mi brazo, rodearon mi muñeca y acabaron entrelazándose con los míos mientras cruzábamos la puerta del instituto. Una vez que ya hubimos salido, tiró de mí para llevarme a uno de los bancos más alejados que había en el aparcamiento. No quiso soltarme hasta que llegamos hasta él y nos sentamos. Estábamos tan cerca, que sus rodillas casi tocaban las mías.

Se recostó contra el respaldo sin dejar de mirarme.

—Cuéntame, ¿qué tal en clases? ¿Ha pasado algo interesante? No he conseguido robarte un rato en toda la mañana.

Pese a que no estaba utilizando un tono de reproche, yo sabía que mi ausencia le había molestado. Pero es que no había tenido tiempo para nada. Había estado demasiado liada organizando formularios y solicitudes antiguas con Olivia como para pensar en otra cosa. Llevábamos más de una semana sin trabajar en la administración de UAG y los documentos habían empezado a acumularse.

Ese había sido, sin lugar a dudas, uno de los peores viernes de mi vida. Por eso no había podido permitirme el lujo de ver a Nash en todo el día, por muchas ganas que tuviese de hacerlo.

Estaba a punto de empezar a enumerarle todos y cada uno de los motivos por los que no habíamos podido pasar tiempo juntos esa mañana, cuando agregó:

—Aunque... bueno, si te quedas un rato y me dejas invitarte a comer, a lo mejor te perdono.

Un amigo gratis | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now