Capítulo 10.

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Capítulo 10: Tenemos que hablar.

Esa noche vuelvo a soñar.

Una vez más soy una niña y tengo alrededor de seis años. Estoy en el jardín de mi casa, el que está lleno de flores hechas de cristal —de hielo, me dice el instinto— y Rigel está conmigo, jugando a armar algo con piezas coloridas de legos.

—No sé para qué quieres armar cosas con lejos si estás aprendiendo a hacer esculturas de hielo —digo con mi voz aguda e infantil.

—Estoy entrenándome para ser un Avanzado —dice él, recordándomelo pero no era necesario. Ya conocía los deseos de Rigel.

Cuando un hechicero de hielo es muy talentoso —como él— podía volverse un Hechicero Avanzado y pertenecer al Consejo, los dirigentes de el mundo mágico y, en el proceso, adquirir poderes nuevos. Rigel es apenas un niño, pero podría ser en el futuro un miembro del Consejo muy importante.

—Yo ni siquiera soy una Novicia —y eso me enfada un poco, porque muchos niños empiezan a mostrar su magia a los cinco años, algunos incluso la muestran desde el nacimiento. No era justo que a mis seis años apenas fuera resistente al frío. Se supone que ni siquiera debería sentirlo puesto que ese es mi elemento.

—Ya lo vas a lograr, Snow. Solo tienes que practicar. —Rigel me sonríe con tal confianza que le creo y seguimos construyendo con legos.

Cuando ya vamos a finalizar una torre una mujer pelirroja se acerca por el camino con una canasta de panecillos en sus manos.

—¡Hola, Snow! ¿Tu madre está en casa? —me pregunta ella. Sus preciosos ojos turquesa siempre me han fascinado, recordándome a un mar congelado.

—Sí, dijo que te esperaba —le sonrío, mostrándole todo mi respeto. Zabrina lleva ese día un largo vestido azul pálido y una corona de flores de hielo en su cabeza. Todo en ella mostraba poder y belleza, justo como una respetada miembro del Consejo debe lucir.

—Hay muchos asuntos que atender, Snow, ¡en un año cumples siete! —Ella lo dice con mucho entusiasmo pero a mí no me emociona. Mamá dijo que al cumplir siete debíamos marcharnos del Glaciar e ir a una ciudad de humanos sin magia en Molaff.

—Lo sé. Me pone nerviosa.

—No lo estés, Snow. Te va a encantar vivir en un mundo sin magia.

—No entiendo porqué debemos marcharnos —hago un puchero, sintiendo ganas de llorar. No era justo.

—Snow, no cuestiones las decisiones del Consejo —me pide ella con una dulce sonrisa—. Confía en mí. Todo estará bien. Ahí estarás a salvo.

Y con esa frase despierto en mi dormitorio, sintiendo de nuevo un arrasador frío.

* * *

En la mañana lo primero que hago es dirigirme a la oficina de la directora para hablar con ella sobre el cambio de tutor de Física. No creo que pueda seguir viviendo pensando que Stacy va a vengarse por pasar tiempo con Stuarth, y tampoco quiero tener que seguir reprimiendo mis sentimientos y auto compadeciéndome por no ser libre de amar a mi nuevo crush.

Es mejor cortar por lo sano y pedirle a la directora Ava un cambio de tutor. Sé que ella entenderá.

* * *

—No —la directora Ava Zafiro me da una de sus cálidas sonrisas.

—¿No? —repito, decepcionada. ¡Y yo que creía haber presentado buenos argumentos para que desechara a Stuarth como mi tutor!

—Snow, no elegí a Stuarth para que luego lo botes a cambio de tu mejor amiga. Él es un genio de la física, es el más apto para enseñarte.

—Pero...

—Nada de peros, Snow White. —La campana suena—. Vete a clases. No es bueno que llegues tarde.

Recojo mi mochila del suelo y voy hasta la puerta. Antes de abrirla vuelvo a mirar a la directora.

—Stuarth es el novio de Stacy y ella piensa que hay algo entre él y yo porque me llevó a una fiesta el martes. Stacy parece tierna, pero es muy celosa y vengativa. Me ha advertido que me aleje de su novio o me hará algo verdaderamente malo —oyéndome en voz alta, sueno como una perfecta dramática, pero espero que decirle desesperadamente la verdad a Ava la haga ver la gravedad del asunto y se apiade de mí y cambe mi tutor actual por Elise.

La directora me dirige una encantadora sonrisa.

—En ese caso, te aconsejo no prestarle atención a Stacy y continuar tus tutorías. Si sabes que entre Stuarth y tú no hay nada, no debes temerle a ella. Snow, un conflicto de celos no hará que cambie de opinión.

Me da una mirada con las cejas arqueadas, como esperando que yo lo entienda.

Suspiro derrotada y salgo de la oficina a mi próxima clase, que por tristeza es Física.

Entro al salón y escaneo los puestos. Elise no ha llegado, por lo que me dirijo una mesa vacía para apartar su lugar a mi lado.

Unos minutos antes de iniciar la clase veo a Stuarth entrar. Un revoloteo pasa por mi pecho y clavo los ojos en la blanca mesa, con la esperanza de que si no lo veo, él no me ve. Sin embargo, un instante después, alguien se sienta a mi lado. Y lamentablemente no es Elise.

—Tenemos que hablar —dice Stuarth—. Elise dijo que me odias, ¿es verdad? —pregunta antes de que lo pueda echar correr—. Es por Stacy, ¿no es así? —Me tenso—. Sé que ella es algo... malévola, pero...

—Stuarth, no es un buen momento para hablar —siseo, evitando mirarlo, porque si lo hago caeré perdida en sus ojos—. Ahora vete, ese puesto está reservado para mi mejor amiga.

—Snow, solo dime si es cierto o no —me pide. Casi puedo imaginarlo poniendo esa linda carita de cachorrito bajo la lluvia que tanto me derrite. ¡Oh! ¿Por qué tiene que ser tan guapo?—. Si no quieres que sea tu tutor, hablaré con Ava...

—Ya hablé con ella y no aceptará que haya un cambio —lo interrumpo.

Él no responde por un momento, quizás sorprendido por mis palabras.

—¿Entonces sí me odias? —pregunta en un susurro. Suena tan dolido que me lastima a mí también.

—Ya vete, Stuarth —le pido aún sin mirarle.

Puedo sentir cómo se pone de pie y se aleja. Un suspiro tembloroso sale de mis labios. Verlo irse tan decaído me rompe el corazón.

Otra persona toma asiento a mi lado.

—¿Qué quería? —Elise va directo al grano.

—Saber si lo odio —respondo en un susurro, viendo cómo se sienta en una de las primeras mesas.

—¿Y qué le dijiste?

—No pude mentirle, pero él cree que es cierto y se fue.

Mi amiga se queda en silencio y me palmea la mano, dándome su apoyo. Mi tensión se alivia un poco. Es bueno contar con la ayuda Elise.

Alzo la vista y miro a mi mejor amiga. Elise me dirige una sonrisa reconfortante, de esas que dicen «Todo va a estar bien, esto no es el fin del mundo». Asiento con la cabeza, comprendiendo que ella tiene razón. Siempre la tiene.

—No pienses más en Stuarth, ni en Stacy, ni siquiera en Ava. Te enamoraste de él hace tres días, no es como si estuvieran rompiendo una relación de hace mil años. Te prometo que vas a estar bien, algún día amarás a alguien más y no habrá quién les impida ser felices. Anda, muéstrame una sonrisa.

Y yo le sonrío, mostrándole todo mi agradecimiento.


Blancanieves. (Cuento de Hadas #1) ✔Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ