Capítulo 36: El Palacio de las Hadas.

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Capítulo 36: El Palacio de las Hadas.

A mi alrededor veo un revoltijo de imágenes difusas y solo escucho el eco de conversaciones lejanas.

Poco a poco, una imagen va cobrando sentido y me encuentro en la sala de estar de una casa. Mi antigua casa en el Glaciar.

—¡Oh, no! —escucho exclamar a un niño y reír a una niña. De inmediato los reconozco y me volteo hacia el sonido. Sentados en la alfombra parda, veo a una niña con coletas juntar unas piezas de lego esparcidas por el suelo. A su lado hay un niño de desordenado cabello negro ayudándola. Somos Rigel y yo de niños.

—Vamos, hay que volver a construirlo —dice ella con determinación—. Con algo más de esfuerzo, lograremos construir el castillo.

—Siempre se cae —se queja Mini Rigel con un puchero—. Pero de acuerdo, ésta vez sí lo lograremos.

—Siguen queriendo construir ese lugar. —Al escuchar la voz de mi madre, me giro hacia la puerta de la cocina. Ahí una versión más joven de mi madre y de Zabrina, quien luce espléndida en su ropa azul y su fajín celeste, que indica que es miembro del Consejo—. Me preocupa que un día recuerden y quieran volver.

—Si recuerdan lo que sucedió en el Palacio de las Hadas no van a querer volver jamás —asegura Zabrina—. Y no creo que vuelvan a encontrar la entrada. June ya se encargó de ocultarla. Tu hija y Rigel están a salvo.

—Ya lo sé, pero... —Mamá inhala profundamente y noto que sus ojos se humedecen—. Pero no quiero volver a pasar por lo mismo. Ese castillo, esa cueva... —Se estremece—. No quiero que ninguno de los dos vuelvan a entrar ahí. Por poco pierden la vida —susurra.

—Nada de eso va a volver a suceder —asegura Zabrina—. Nadie más entrará ahí, ni tu hija, ni Rigel, ni nadie. Ahora vamos, tenemos que hablar sobre tu mudanza...

La habitación empieza a girar a toda velocidad. Imágenes diversas se interponen unas a otras, escucho risas, llantos y gritos; fragmentos de conversaciones y momentos confusos. Finalmente, la imagen se detiene en una sola. Un susurro me dice que este momento que veo pasó antes del juego de legos en mi casa. Rebusco entre mis recuerdos hasta que lo sé: esto pasó un mes antes, y estamos en el Palacio de las Hadas que mencionó Zabrina.

La pequeña Snow y el pequeño Rigel están en una entrada de una cueva, debajo de un castillo en ruinas que antaño era espléndido y hermoso. Rigel y Mini Snow intentaban reconstruir con legos cómo se veía el palacio antes de que se destruyera.

Rigel y mi pequeña yo fueron a las ruinas junto a una expedición de la escuela, pero se separaron para ver la cueva. Había rumores de que aún conservaba el poder de las hadas.

La cueva no es como las otras. Está recubierta de cristal, y trozos de cuarzo azul cuelgan del techo y decoran las paredes. El cristal desprende un brillo pálido y azulado, lo que permite ver todo sin linternas.

—¡Mira, Snow! —dice Rigel observando de cerca los cristales—. Parecen hechos de diamante. ¿Crees que sea diamante genuino? He oído que las hadas tienen muchas piedras preciosas en su mundo.

—¿Tú crees que esto realmente sea diamante? —pregunta una desconfiada Snow—. Se me hace más parecido al hielo mágico.

—El hielo mágico no brilla —protesta Rigel.

—El diamante tampoco —rebate Snow.

Ambos niños se miran, desafiantes. Entonces me doy cuenta de algo. Los ojos de ambos no son de los colores correctos. Ambos, Rigel y yo, tenemos los ojos del mismo tono de gris, pero las versiones infantiles de nosotros tienen pares de ojos de colores diferentes. Rigel los tiene de un eléctrico azul hielo, mientras que los míos son cafés.

Blancanieves. (Cuento de Hadas #1) ✔Where stories live. Discover now