Capítulo 39: La Blancanieves Durmiente.

319 41 32
                                    

Capítulo 39: La Blancanieves Durmiente.

Me despierto soñolienta, sintiendo un bamboleo a mi alrededor. Mis ojos están pañosos y me duele todo. ¿En dónde estoy? ¿Qué está pasando?

—Oh, miren —escucho una voz lejana, con eco—, se está despertando la dulce princesita.

La voz me suena muy conocida y frunzo el ceño, parpadeando para aclarar mi visión. Lo primero que noto es que estoy en la parte trasera de un auto, acostada incómodamente en los asientos grises. Poco a poco, empiezo a notar otras cosas: tengo las manos atadas con unas esposas blancas que parecen de plástico, delante de mí. Intento salir de mi letargo para probar si puedo derretirlas con fuego, después pensaré cómo salir de aquí, pero no pasa nada. Es como si mi magia estuviera bloqueada.

—Oh, cariño, ni lo intentes —dice la misma voz de antes—. No son esposas comunes: son antimagia. No vas a poder valerte de tus poderes para salir de aquí.

Finalmente caigo en la cuenta de dónde conozco la voz.

Es Lucy, la malvada jugadora de baloncesto que resultó ser del Clan del Hielo. Noto que ella está sentada en el lado del copiloto, mirándome por el espejo retrovisor. El conductor es el mismo corredor que me clavó la daga hace ya mucho tiempo atrás.

Entonces recuerdo todo. La pelea en el falso Glaciar, la traición de June y su muerte, mi huida, Rigel salvándome y... mi captura. Mi tonta captura. Si fuera corrido lejos como Rigel me dijo, no me fueran atrapado. ¿Por qué tuve que quedarme mirando como boba la pelea? Todo un pueblo luchando para salvarme y yo voy y me dejo atrapar de la forma más ridícula posible.

¿A dónde me estarán llevando? Aún no tengo fuerzas para incorporarme, pero puedo ver por las ventanillas tintadas que ya es de día. ¿Cuánto tiempo llevo dormida?

—¿A... a...? —intento preguntar a dónde me llevan, pero no puedo hablar. Aún siento la lengua dormida.

—Vamos a dar un paseo —responde Lucy con su sonrisa de lobo, girando la cabeza para verme—, esto no va a gustarte nada, pero tú solita te lo buscaste al matar a June. Tendremos que esperar unos días hasta que llegue otro borrador de mentes para reiniciarte.

Me estremezco al pensar en ello. ¿Tienen más hechiceros Avanzados en sus filas?

Esto en definitiva no puede ser bueno.

—No pongas esa cara, Snow —dice Lucy—. Debes estar hambrienta y sedienta, ¿quieres algo de agua? —Parpadeo, sorprendida. ¿A qué viene tanta amabilidad?—. Vamos, Snow, siéntate y te daré algo de beber —dice ella con su famosa sonrisa lobuna.

Intento sentarme, despertando mis entumecidos músculos. El auto da un brinco en un bache y yo vuelvo a caerme. Me toma un rato poder sentarme.

—Ten. —Lucy me tiende una botella de agua abierta. Agradezco que no me hayan atado las manos a la espalda, sino la tarea de tomar agua habría sido muy complicada. Extiendo mis manos y tomo la botella, llevándola a mis labios. El líquido que se extiende por mi garganta resulta reconfortante y todo un alivio. Me tomo media botella en un santiamén, lo que me hace preguntarme desde hace cuánto no tomo un trago de agua. De repente empiezo a marearme y todo se emborrona, mis sentidos se aturden y de repente caigo de lado, sintiendo demasiada somnolencia. Me han vuelto a sedar—. Dulces sueños, Blancanieves —escucho la lejana voz de Lucy justo antes de caer dormida.

El resto del tiempo lo paso variando entre la conciencia y la inconciencia. La siguiente vez despierto en una suave cama, un chico de ojos azules me dio algo de comer. Me da miedo que eso también estuviera sedado, pero las quejas de mi estómago ganan y como, y, efectivamente, al rato caigo dormida.

Blancanieves. (Cuento de Hadas #1) ✔Where stories live. Discover now