Capítulo 23: Rosa de hielo.

348 53 15
                                    

Capítulo 23: Rosa de hielo.

Lo miro estupefecta, sin dar crédito a lo que acabo de escuchar. ¿Acaso no me lavé bien los oídos cuando me duché? ¿El agua que bebí estaba envenenada y estoy alucinando? ¿Estoy soñando?

—¿Qué acabas de decir? —mascullo, aún boquiabierta.

—Soy un hechicero de hielo —repite con una sonrisa. Stuarth pone sus manos con las palmas hacia arriba—. Mira esto. —Siento que el aire alrededor de nosotros se vuelve más frío y se concentra en sus manos. Poco a poco, virutas de hielo se forman en sus palmas y se van amoldando y creciendo hasta formar una sólida barra de hielo.

¡Entonces es cierto! ¡Stuarth es un hechicero de hielo! Y uno bueno, además. A mí me llevó horas es de esfuerzo intentar congelar una taza de té, sin resultado alguno.

—Y no es todo —continúa él—. Sé que tú también eres una hechicera.

—Bueno, aún no sé si soy digna de llamarme hechicera de hielo, apenas si estoy aprendiendo a cómo... —Un segundo...—. Espera, ¿cómo sabes eso?

—Es que... Aún no termino de contarte todo.

—¿Hay más? —pregunto con sorpresa. ¿Qué otra cosa puede confesarme? ¿Que es miembro de las tortugas ninjas?

—Sí, hay más. —Stuarth pone la barra de hielo en mis manos—. Es algo que me ata a ti, lo quiera o no. —La barra comienza a transformarse en un delgado palito que poco a poco se amolda y cobra una nueva forma en una rosa de tallo sin espinas y dos hojas. Una rosa de hielo.

—Es preciosa —digo, sorprendida por las maravillas que Stuarth puede crear con su magia. Debe haberla practicado desde que era muy joven.

—Y lo que soy, también es la razón principal de por qué paso tanto tiempo cerca de ti —continúa él. Aparto la vista de la rosa y miro sus ojos, profundos y hermosos—. Yo también soy tu Guardián.

Si creía que su confesión de ser hechicero me sorprendió, esto sin duda lo superó: faltó solo segundos para que cayera desmayada. ¿Mi Guardián? ¿Stuarth me protege del Clan del Hielo?

Poco a poco, todas las piezas empiezan a encajar a mi cabeza: la razón de que supiera dónde vivo; el día que peleó con alguien en el Centro Comercial, quizá para protegerme del enemigo; la forma en que me salvó del corredor asesino y cómo no se sorprendió al oír a Mariana hablar de magia.

Las pistas siempre estuvieron ahí, pero yo nunca las vi.

—No puede ser —digo, atónita—. ¿Por qué nunca supe nada? ¿Por qué Mariana no me lo dijo?

—Yo le pedí que no lo hiciera —explica él—. Necesitaba mantener mi anonimato un rato más, lo suficiente para ganarme tu confianza. Quería que confiaras en mí por quién soy y no por mi trabajo.

¿Acaso puede ser más lindo?

Una sonrisa se extiende por mi rostro y debo morderme la lengua para no soltar alguna otra ridiculez delante de él. Ya me he humillado demasiado estos días.

—Pues realmente lo hiciste. Ganaste mi confianza. —Observo la rosa en mis manos—. Y, sin duda, esta fue una hermosa manera de contarme la verdad.

—Este es un lugar especial para mí. —Stuarth mira el paisaje a nuestro alrededor—. Fue aquí cuando descubrí mi magia, cuando era apenas un niño. Estaba en un paseo familiar cuando de mis manos empezó a brotar hielo. Les di un gran susto a mis padres. —Sonríe, rememorando—. Pero luego ellos me explicaron qué estaba pasando conmigo. No me estaba volviendo loco ni me había convertido en un X-Men, simplemente mi verdadero ser estaba brotando: un hechicero de hielo, igual que mis abuelos paternos.

Blancanieves. (Cuento de Hadas #1) ✔Where stories live. Discover now