Capítulo 10

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Maia no lograba reconciliar el sueño; no conseguía encontrar una postura cómoda en el pequeño catre de su nueva habitación.

Tras llegar a un acuerdo con Nathaniel Smith y su equipo, la doctora Merch le sugirió a Maia que se instalara en su centro de operaciones, ya que no tenía otro lugar al que ir. La habitación en la que se había instalado era diminuta y poco acogedora. No había ventanas, de modo que toda la luz que tenía era artificial. Antes de colocar un pequeño catre en el fondo izquierdo y una mesa de cristal que usaría para ordenar cronológicamente cada archivo relacionado con Sin Rostro, la sala había estado llena de cajas y de artefactos extraños de David El Mecánico, el último miembro del grupo que conoció Maia. Este, con la frente sudorosa y sin saber muy bien cómo expresarse o dirigirse a la joven, se deshizo de los objetos y de las cajas con andar apresurado.

Tras horas de estar caminando de aquí para allí en el centro de operaciones, descubrió que junto a Nathaniel, la doctora Merch y David el director de una de las empresas científicas de renombre, Jacob Stevenson, apoyaba al enmascarado con su labor como justiciero. Aunque a este le hubiera encantado echar por patas a la nueva huésped, agregó que no era buena idea que Maia saliera a la calle, puesto que su aspecto físico seguía siendo el mismo que el de aquella chica que falleció.

Maia aprovechó las horas de insomnio para empezar con la investigación. Accedió a uno de los ordenadores de David e imprimió toda la información que habían recopilado sobre Sin Rostro. Solo en cuanto le empezaron a doler los hombros y la espalda, se tomó un descanso. Estiró primero los brazos y las piernas para deshacerse del entumecimiento. Después se echó la cabeza hacia atrás con la ayuda de las manos.

Siguiendo la formación de la agente Fisher, antes de empezar a investigar a fondo, Maia comenzó a empaparse de información. Leer todos los casos de la policía y la información del equipo del justiciero le llevó muchísimas horas. Al terminar se dio cuenta de cuán poco preparada estaba para llevar algo como aquello. Había escuchado todo lo que la agente Fisher le dijo, a veces prestando toda la atención posible, otras pensando en lo bonito que se veía el prado de campanillas de invierno desde la ventana más cercana. Le había dado tanta información en tan poco tiempo...

Estaba claro que Maia no fue capaz de retener la mayoría de ella y que necesitaba más práctica y experiencia, algo que le fue imposible adquirir debido a la apresurada y secreta decisión de los hermanos Moore de iniciar la misión.

Tras leer cada párrafo, cada página, Maia no fue capaz de llegar a una conclusión lógica acerca del paradero del enemigo. Sin Rostro había sido declarado culpable en más de una ocasión de secuestros y de asesinatos. Varios testigos, la mayoría familiares de las víctimas, habían visto cómo el villano mataba a sangre fría o habían hablado directamente con él, intentando llegar a un acuerdo de paz. Otras fuentes declaraban haber visto un haz de luz cegadora en los lugares en los que había ocurrido el homicidio.

Asimismo, Nathaniel había anotado en un cuaderno todos los encuentros cara a cara que había tenido con él. Cuatro hasta el momento: en dos de ellos uno había perseguido al otro con objeto de detenerlo; en el tercero, el justiciero tuvo la ocasión de intercambiar varias palabras con él; y, en el último, el villano irrumpió en las instalaciones secretas para hacerse con el vial. Lo único que tenían en común los archivos era el nombre del enmascarado que lucía de negro: Sin Rostro. Al parecer, se había ganado un hueco en la lista de los más buscados de la policía en pocas semanas.

Maia empezó a desesperarse. Se llevó las manos a la cara, frotándolas contra la piel con brusquedad. Después al cabello: agarró la coleta y la dividió en dos. Apretó con fuerza. Cada pelo se tensó, estirando la piel del rostro y creando un efecto lifting.

El otro ladoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon