X - Alianzas, alianzas

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No sabía si se sentía más aturdido por verlo o por escucharlo hablar. Apenas unos minutos atrás ese hombre no era más que un cadáver enfriándose, una masa sanguinolenta sin pulso ni consciencia.

Aterido, Samuel permaneció en el mismo lugar. No podía permitirse el lujo de aterrorizar de más al detective, quien se aproximaba a él tal y como lo hace una gacela a la trampa. Si realizaba un movimiento en falso podría correr el riesgo de estropear cualquier acercamiento futuro y el tiempo apremiaba.

Barker colocó un pie delante y luego otro sin dejar de mirarlo. Pese a que su primer instinto había sido el de correr, la curiosidad por lo que estaba sucediendo lo mantenía adherido a esas paredes y no pensaba marcharse sin haber obtenido todas las respuestas a las preguntas que se agolpaban en su mente.

-¿Qué cosa eres tú? -cuestionó sin dejar de observarlo bajo una mata delicada de cejas fruncidas.

-Te lo explicaré todo, pero necesito que mantengas la mente abierta -explicó Samuel.

Barker lo miró de pies a cabeza. No había rastro alguno de la herida en la frente, aunque la sangre seguía empapando su rostro y su ropa. Pero, pese a lo extraordinario de todo el asunto, el detective solo pudo decir:

-Necesito un trago para eso.

Samuel pareció confundido.

-Y yo necesito ir a cambiarme -dijo solamente.

***

Jason salió de la comisaría al tiempo que se colocaba la chaqueta de mezclilla, dirigiendo una mordaz sonrisa al interior. Se sentía satisfecho de haber podido vencer a ese detective petulante. Ni siquiera tuvo que pasar seis horas ahí, después de dos horas de permanecer encerrado, un policía lo llamó, comunicándole que era libre de irse.

Dejó escapar un suspiro de victoria y bajó las escaleras de cemento. En cuanto se vio nuevamente en la libertad de la acera, su atención fue atraída por un pequeño que vendía periódicos en la calle. El niño, de aproximadamente once años, lo golpeó con suavidad en la pierna.

-Me dijeron que lo esperara y le entregara esto. Aquí tiene -expresó con una voz y una mirada demasiado maduras para su evidente edad.

-¿Quién te pidió eso?

El niño se encogió de hombros,

-No lo sé, un hombre.

Jason cogió el sobre que el pequeño se estaba cansando de sostener; el niño extendió la palma de su mano, en solicitud de una buena propina.

El periodista frunció el entrecejo ante su cinismo, no obstante, sacó un par de monedas de su pantalón y se las entregó con animosidad. En cuanto observó el pago, el pequeño se alejó corriendo. Deseaba contar el dinero que entre el periodista y aquel hombre extraño le habían entregado por un servicio tan sencillo.

Jason observó el sobre. Estaba totalmente cerrado y, por lo cuidado del papel, pudo percatarse de que el chiquillo no había siquiera intentado abrirlo. Era lógico. ¿A qué niño le interesaría una simple carta aburrida?

Decidió que lo mejor era guardar el sobre y leer su contenido en la calma y la intimidad de su departamento. De modo que se dirigió al subterráneo. Durante todo el trayecto no había dejado de acariciar el bolsillo de la chaqueta en el que reposa semejante variedad. Su curiosidad era una bestia intentando desgarrar la coraza de su piel para ser liberada en su totalidad.

En cuanto entró al departamento y cerró la puerta tras de sí, Jason sacó la nota, abriéndola con desesperación. Tomó asiento en la única silla que reposaba frente al antecomedor circular y, bajo la tenue luz del comedor comenzó a leer.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Where stories live. Discover now