XXXII - Ritual

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—Astaroth, Astaroth... Astaroth.

Samuel no podía dejar de repetir aquel nombre tal y como si se tratase de una maldición.

Con el rostro vuelto hacia el cielo, observaba el humo del cigarrillo ascendiendo lentamente hasta confundirse con aquel paisaje urbano lleno de esmog.

—¿Samuel?

La voz pétrea de Barker, aunado a su mano sobre su hombro, lo sacó de súbito de sus pensamientos. Aquellos inundados de esa fiera entidad que no lograba sacarse de la mente.

—¿Estás listo ya?

El rubio asintió, nervioso. Dio una última bocanada al cigarro y lo lanzó por el balcón para, acto seguido, suspirar con fuerza para tranquilizarse.

Apretó una vez más el rosario que llevaba enredado en su muñeca izquierda y penetró en el amplio dormitorio con aire solemne.

En el pequeño comedor se encontraban Cat, Desmond y Hagler, ubicado más al fondo, en la salita de descanso.

—Decía que los diarios pueden ser la clave para detener a esa deidad —comenzó Caytlin—. Si cada uno de ellos es una puerta de conexión con Astaroth, es más que plausible cerrarlas todas para evitar que más personas caigan bajo su influencia.


Samuel y Michael tomaron asiento en la mesa circular, escuchando atentamente a la joven que los había tenido absortos durante la última hora. El comedor se encontraba tapizado de documentos, ejemplares de libros antiquísimos y hojas sueltas escritas a mano por la propia Cat.

—Es evidente que nuestra misión es localizar esos diarios, uno por uno —aseveró Samuel.

—Así es, pero para ello, era necesario desentrañar su origen, su propósito y encontrar una manera de sellarlos para siempre. El origen ya lo conocemos —dijo al tiempo que tomaba la pintura estilo puntillista de Astaroth y se la mostraba a los tres hombres—. Tenemos el propósito: la sangre y la violencia de la cual ese ser se alimenta, ahora tenemos que descubrir la manera de sellarlos.

—Mencionaste algo acerca de un ritual —intervino Barker, recargándose sobre su respaldo con aire desenfadado.

—Así es. En mi búsqueda, encontré una inscripción tallada en una antigua estela, se trata de una de las más antiguas de las cuales se tenga registro. Parece tener un conjuro marcado en ella, acompañado de una poderosa verdad. Básicamente la transcripción habla de una especie de red entre deidades y humanos, una red cósmica que nos conecta a todos a través de un profundo entramado. Dice... —enfatizó, mientras buscaba la fotografía de la piedra tallada y la mostraba al resto—, que todos somos uno. Y que aquello que nosotros consideramos como vacío entre unos y otros, solo es un conglomerado de información, como una especie de red gigantesca —miró hacia todos lados, buscando las palabras adecuadas para transmitir su averiguación—, como si el aire en el que nos desarrollamos fuese una especie de mar mediante el cual podemos escuchar y sentir el movimiento de otros. Conectados. Todos estamos conectados.


Los cuatro hombres se quedaron en silencio, reflexionando sobre aquellas palabras que no lograban comprender del todo, pero haciendo su mayor esfuerzo por memorizar cada palabra, por desentrañar aquella poderosa verdad de la que hablaba la joven.

—¿Y eso qué demonios significa? —prorrumpió Barker.

—Quiere decir que...

—Quiere decir que, al estar conectados, podemos encontrar puentes de acceso entre uno y otro diario —interrumpió Desmond, observando al detective con una mirada triunfante.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Where stories live. Discover now