XXVII - Encuentros

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Coppola se adentró en la oficina ante las miradas confusas de sus dos subalternos. No era nada normal en el detective llegar a tarde a una jornada laboral, y mucho menos con un caso en activo.

El hombre se acomodó el saco, intentando cubrir de modo inconsciente aquella barriga abultada y comenzó a limpiar el asiento con un pañuelo para, acto seguido, sentarse delante del escritorio.

Carraspeó un poco para deshacerse del pequeño letargo que lo embargaba aquella mañana y los miró de pronto.

—Buenos días —dijo solamente.

—Buenos días —atinaron a responder Alan y Jaquie al unísono.

—Alan, ¿investigaste algo más acerca de Bárbara Abney? —el investigador asintió—. ¿Algún hallazgo relevante que no haya estado en aquel blog?

—De hecho, sí. Encontré algo.

Coppola se recargó sobre el escritorio sin dejar de observarlo. Sus ojos expresaban el temor que sentía por escuchar lo que Alan tenía para decirle. Sabía bien que no sería nada bueno.

—Bárbara tenía una vida que todos conocían como activista, hija única, entregada por completo a la vida familiar, los últimos años estuvo trabajando en un jardín de infantes de gobierno en el que ingresaban niños de bajos recursos, todos sabían que era una mujer alegre, jovial, altruista. Pero encontré algo más.

—Su vida paralela —afirmó Coppola. Aquello era lo que le interesaba saber.

—Así es, descubrí que todo lo que se mencionó en ese blog anónimo es totalmente cierto. Registramos la computadora de Bárbara, tenía una cantidad exorbitante de material ilícito que involucraba menores. Mucho de ese material lo realizó ella misma, valiéndose de la proximidad que tenía con los pequeños del jardín. Encontramos además que esas imágenes no las guardaba para sí. Todas fueron enviadas a un chat privado que mantenía con alguien desconocido hasta el momento. El chat se encontraba alojado en un dominio de internet de propiedad extranjera, no hay mucho que podamos hacer para acceder a la información privada sobre sus usuarios. Pero estos chats eran muy recurrentes.

—¿Detectaron el género de la persona con la que compartía correspondencia virtual?

—Hombre, señor.

Coppola se relajó en su asiento al tiempo que dejaba escapar un largo suspiro.

—También encontramos una caja de madera en la que guardaba cartas de amor, envolturas de caramelos, postales. De acuerdo a las fechas de algunas cartas, tenían poco más de una semana. En mi entrevista con los padres de la víctima, estos aseguraron que ella no salía con nadie, de hecho, llevaba años soltera, su última gran relación fue durante la universidad, y después de eso solo había salido un par de veces de manera esporádica, ninguna relación formal.

—¿Crees que es relevante? —indagó Coppola, intentando asegurarse de que Alan aprendía lo necesario junto a él.

—Creo que sí —aseveró este—. No tiene caso ocultar una relación si no se está incurriendo en ninguna falta, ya sea esta moral o legal. Además, la forma en la que esa persona se expresa me parece muy similar al desconocido del chat.

Se apresuró a buscar un par de hojas de su enorme carpeta y se las entregó a Coppola. Se trataba de la copia de una de las cartas, y la impresión ampliada del chat.

—Mire usted mismo.

Coppola observó ambas evidencias.

La carta solo hacía mención de cuán hermosa le parecía, de lo mucho que la extrañaba y que muy pronto podrían estar juntos una vez más.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora