XXXVI - El mapa

197 29 2
                                    

Coppola se retiró de la oficina, dejando a Jaquie y Alan inmersos en el aseo de sus respectivos lugares. El detective no pudo evitar observar que tenían un par de días actuando de ese modo tan extraño, llegando temprano, quedándose un poco más de la hora de salida. A esas alturas estaba más que seguro de que esos dos estaban investigando por su cuenta. Habría que ser muy estúpido para No enterarse, especialmente después de sus constantes intervenciones durante la investigación y su deseo por desmantelar aquella red de pedofilia.

—Señor, alguien le dejó esta nota, es del comisionado White —dijo la secretaria en cuanto lo vio atravesando el pequeño vestíbulo.

Coppola asintió y cogió el papel en el cual solo se podía leer un escueto el comisionado desea verlo en su oficina esta misma tarde en letra cursiva.

Asintió con cortesía y guardó el papel entre sus dedos, aplastándolo con irritación.

—Hasta mañana, Jane.

—Que descanse, detective.

Coppola se forzó a hacer una mueca que intentaba parecerse a una sonrisa y salió del lugar a paso apresurado, dirigiéndose al edificio contiguo, a encontrarse con Julian.


Desmond acompañó a Cat hasta su departamento, asegurándole que la cuidaría durante todo el tiempo que durase su recuperación. La joven, no obstante, se sentía mejor que nunca.

Después del incidente durante el antiguo ritual y de quedar inconsciente por casi doce horas, Caytlin se sentía mejor que nunca. Como si hubiese despertado de un sueño largo y profundo. 


Sin embargo, prefirió no discutir con su amigo. Ya lo había hecho durante todo el camino, cuando este intentó ayudarle hasta para las labores más pequeñas e insignificantes.

Tomaron asiento en la pequeña sala frente a los ordenadores que, sorprendentemente, se encontraban apagados, cuando escucharon el timbre de la puerta.

Desmond se apresuró a abrir, dando paso a Samuel, seguido por Michael y Brent.

—Me alegra ver que estás recuperada —aseveró Samuel con una grata y sincera sonrisa.

Cat le devolvió el gesto.

—En realidad me he sentido mejor que nunca —aseveró—. No debiste pagar la cuenta del hospital, me siento apenada. Lo descontaré de la paga que me darás una vez descubramos ese diario.

—No tienes que hacerlo, Cat, yo quise pagarlo. Además, fue por culpa mía que tú salieras lastimada. Lo lamento mucho.

—Gajes del oficio que acepto con gusto —asintió Cat, ofreciéndoles asiento.


Samuel asintió con cordialidad y tomó asiento. Barker lo siguió, no sin antes saludar a la joven con un movimiento de cabeza y una mirada que ambos compartieron y que decía mucho más que cualquier palabra.

Brent, por su lado, comenzó a vagar por todo el departamento, ajeno a todo lo que se decía.

—Díganme que recuperaron ese mapa —lanzó la joven de súbito, recordando la noche del ritual.

—Sí, creo que Desmond o Samuel lo tomaron —intervino el detective mientras se acomodaba en el sofá con aire despreocupado—. Lo puse en el portafolio —le indicó a Samuel quien se apresuró a abrirlo.

—Yo no lo tomé —se apresuró a comentar Desmond.

—Aquí está —intervino el rubio—, pero en realidad yo tampoco lo guardé, ni siquiera tuve tiempo de hacerlo, prácticamente morí ahí mismo. Lo que me recuerda al diagnóstico que te dieron, Caytlin. Me parece absurdo que la doctora asegurase que no te tocó ese maldito rayo cuando yo mismo quedé hecho polvo en el césped.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Where stories live. Discover now