XXVIII - Ajedrez

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Coppola alargó la mano para tomar la carpeta que Alan le estaba entregando. Se había trasladado a la amplia mesa al centro de la sala, de manera que sobre esta se encontraban un sinnúmero de documentos, papeles sueltos y fotografías.


Habían pasado el día entero metidos en aquella imponente oficina a diario desde el fallecimiento de Bárbara Abney.

De acuerdo a sus últimas indagaciones, esa mujer tenía un romance secreto con, quien ellos creían, era el comisionado de policía, Julian White. Un hombre de sesenta y dos años a punto a de retirarse de su puesto como jefe de la policía de Nueva York.


Les parecía absurdo y casi irrisorio dado el evidente atractivo de Bárbara, una mujer joven de apariencia dulce e ingenua con un pasado prácticamente perfecto y un futuro prometedor.

—Creo que es más que evidente que su relación se basaba principalmente en la conveniencia —atinó a revelar el detective. Alan y Jaquie asintieron—. No creo que Bárbara se sintiera medianamente atraída por los encantos de Julian, más bien, era su ticket de entrada libre al depravado y peligroso mundo que ella deseaba visitar.

—Era el premio gordo —aseveró Alan con una mueca torcida—. Comisionado de policía y pedófilo igual que ella.

Todos se quedaron en silencio un rato, analizando aquella información.

Después de un rato, Coppola soltó la carpeta de modo irritado.

—Maldita sea —soltó—. Solo esto me faltaba: el maldito comisionado de la policía de Nueva York, implicado en delitos contra menores.

—Y, tengo noticias —interrumpió Jaquie. Los dos hombres la miraron fijamente, como suplicando que no liberara más malas noticias—. Mi infiltrado logró bajar al sótano de Big Apple Pizza's.

—¿Y? —cuestionó Coppola indignado.

—Y... era lo que nos temíamos. Ese lugar está implicado en trata de personas. De niños, para ser más exactos.


Tanto Coppola como Alan se quedaron pasmados ante el nuevo descubrimiento.

Sabían que algo estaba sucediendo ahí, sabían que la investigación iba a arrojar esos resultados, pero habrían dado cualquier cosa por evitar saber la verdad.

¿Cómo demonios iban a lidiar con eso? ¿Y ahora el comisionado Julian White también implicado?


Sam Coppola se llevó una mano a la amplia frente, sopesando todas las implicaciones de aquellas nuevas circunstancias.

La habitación se sumergió de pronto en un silencio cargado de tensión, solo interrumpido por el sonido lejano de las sirenas de la ciudad y el constante traqueteo del resto del personal fuera de la oficina y al que parecían haberse habituado por completo.


Para la mirada de Jaquie, la iluminación tenue de la estancia hacía que las sombras en el rostro de Coppola y Alan parecieran aún más profundas, como si el peso de la verdad los hubiera sumido en la oscuridad más aterradora.


Coppola se levantó de su silla y comenzó a caminar de un lado a otro. Su mente se encontraba repleta de preguntas sin respuesta.

¿Cómo podrían exponer estas verdades que acababan de descubrir sin desencadenar el caos en la ciudad? ¿Podrían confiar en alguien más dentro del departamento de policía? ¿Hasta dónde llegaría el comisionado White para encubrir sus acciones?

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora