Derrumbar barreras

4.5K 266 24
                                    

Un nudo se instaura en mi estómago cuando me encuentro de nuevo frente aquella puerta. Aún sigo empapada, pero ahora todo eso ha pasado a segundo plano, mientras pienso en enfrentarme de nuevo a esos ojos verdes.

Puedo sentir el peligro a pesar de que la puerta esté cerrada. Algo me dice que si entro ahí dentro de nuevo algo va a derrumbarse. Algo no va a volver a ser lo mismo.

Con la delicadeza de siempre, rodeo la pequeña estrella en mi cuello sintiendo el frío oro. Ella parece ser la única en la que apoyarme estos horribles días. Lo único que no he perdido.

No quiero entrar, sin embargo no me queda más opción que enfrentarme a mi destino cuando la puerta se abre de golpe antes de que pueda siquiera acercarme. 

Cuando aquel horrible hombre entrado en edad me escruta con la mirada, invitándome a entrar, no puedo hacer nada más que avanzar los pasos necesarios antes de que la puerta se cierre tras de mi con un ruido seco. 

Por lo menos esta vez no me ha llamado "Muñeca" de esa forma tan pedante y despectiva. Seguramente por estar ante su jefe, que se que tanto respeto le genera.

- Déjanos un minuto a solas, George.- Su voz parece más ronca y enfadada de lo normal y eso me aterra. 

Eso, y el hecho de quedarme por primera vez a solas con aquel hombre, me pone los pelos de punta. Algo en su voz hace que me recorra una extraña sensación, un escalofrío por la espalda que me advierte de la amenaza.

Tal vez si corro, muy deprisa. Puedo llegar hasta mi habitación y evitar esta conversación. Si es que es una conversación y no mi propio asesinato a lo que estoy acudiendo.

Pero, aunque lo pienso, no lo hago y escucho la puerta abrirse de nuevo y cerrarse poco después, seguido de mi respiración errática y los ojos de aquel mafioso quemando mi piel.

- Tu amigo es tan, tan idiota, que se ha atrevido a venir a exigirme mierdas.- Nicola se levanta de la mesa y se acerca a mi. Solo entonces reparo en lo grande e intimidante que se ve a mi lado.- Me estás dando demasiados problemas, y no del tipo de problemas que me gustan.

Estoy menguando, porque me siento una niña pequeña a punto de recibir la bronca de su vida. Sus impecables zapatos resuenan en el parqué a cada paso que da hasta que se detiene a un metro escaso de mí. Reúno las agallas suficientes como para mirarle directamente a los ojos.

 - ¿Eric?- No puedo evitar sonar un poco ilusionada a la vez que contrariada.

El hecho de que no mintiese al decir que vendría a por mí me llena el corazón de esa estupidez llamada esperanza que claramente no debería tener. Puedo imaginármelo frente a este hombre al que apenas puedo mantener la mirada, enfrentándolo. 

Un movimiento de su parte, muy tonto, que seguramente nos haya metido en más problemas de los que ya teníamos. Algo típico de Eric.

- ¿Qué le has hecho?- No puedo evitar preguntar con miedo y a la vez cierto odio.

- ¿Por qué estás mojada?

Su pregunta me desconcierta durante unos segundos sin comprender hasta que, en dos zancadas más, se encuentra frente a mi, sujetando con cierta repulsión uno de mis mechones de pelo que ahora debe parecer un nido de pájaros.

No consigo alejarme, su cercanía me detiene ahí parada como una estatua, sin dejar de ver sus verdes ojos y sus fracciones como si fuese una estúpida presa paralizada frente a un cazador.

- ¿Qué le has hecho?- Vuelvo a preguntar al ver como evita mi pregunta, aún perdido en mi cabello mojado, bajando su mirada de él a mi blusa húmeda .

Solo entonces sus ojos chocan con los míos, tan cerca que tengo que separarme un paso de él deshaciéndome por fin de su tacto. Frunce el ceño en mi dirección, pareciendo más enfadado que nunca, o confundido. Puedo ver una vena en su cuello hinchada por la fuerza que ejerce su mandíbula.

- Debería haberlo matado.

Mi corazón bombea con fuerza ante la seriedad y el brillo de sus ojos que me dicen que habla muy en serio. Por un segundo parece que me olvido de frente a quien estoy.

- No te atreverías.- Le reto con la mirada acercándome de nuevo.

El comentario parece enfurecerlo aún más, si es que eso es posible, y soy consciente de que estoy tentando a mi suerte. Pero la simple idea me causa nauseas.

- No se por que proteges tanto a un hombre que fue capaz de venderte por una dosis.- Murmura con los dientes apretados.

Su mano viaja con prisa hacia mi cuello sin que pueda detenerlo y, cuando creí que me estrangularía, siento su puño cerrado sobre el collar de Eric con fuerza, obligándome a acercarme aún más a él para no hacerme daño.

Sin saber que hacer, agarro su brazo tratando de que me suelte. Aunque en ningún momento es doloroso, todas las alarmas resuenan en mi cabeza.

El poco espacio que nos separa es la barrera que faltaba, que sabía que se rompería. Cuando choco con su cuerpo me siento asustada, aterrada, como si viese a la muerte a los ojos. Pero a la misma vez, la parca parece tener los ojos más bonitos del mundo y, de nuevo, a pesar de aquel carácter tan calculador y frío, sus esmeraldas me trasmiten un cálido sentimiento oculto.

- Eric no me ha vendido.- Consigo susurrar con la respiración entrecortada por la cercanía, recordando a mi mejor amigo.- No olvides que eres tú el malo en esta historia.

- ¿Me lo estás recordando o solo tratas de convencerte a ti misma? - Pregunta con burla haciéndome fruncir el ceño.

Ahora soy capaz de sentir el calor de su pecho cerca del mío. Su respiración choca contra mi rostro, y huele a tabaco y a caramelos de miel y limón. Sus dedos rozan la piel de mi cuello a pesar del odio con el que me sostiene.

Por un segundo veo sus ojos recorrer mi rostro con cuidado, inspeccionándome. Parece que yo hago lo mismo, seguramente por que es lo único que la cercanía me permite mirar. Sus ojos, sus cejas pobladas y largas, su pequeña sonrisa atrevida, sus labios...

No puedo moverme, no puedo respirar y no puedo pensar con claridad. La cercanía, en cierto modo, me está matando.

Entonces, de un pequeño tirón, siento como el colgante es arrancado de mi cuello, haciéndome perder el equilibrio unos segundos, en los que casi caigo al suelo de espaldas. 

Por suerte consigo estabilizarme y veo con asombro como ahora Nicola tiene el collar en la palma de su mano, observándolo con recelo como si se tratase de su peor enemigo.

- ¡Devuélvemelo!- Le reclamo tratando de recuperarlo, por alguna estúpida razón se me llenan los ojos de lágrimas.

Es lo último que me queda de mi antigua vida, de Eric. Lo he perdido todo y ahora Nicola parece querer arrebatarme lo último. Por alguna razón, cualquier golpe o castigo no parece tan grabe como desprenderme de lo último de mi vida antes de la Mafia.

No tardo en tratar de alcanzarlo, pero por mucho que forcejee, él es más rápido y mete la joya en el bolsillo de su pantalón donde sabe que no me atrevería a buscarlo.

Su gesto de enfado es rápidamente sustituido por una sonrisa ladeada y maligna que hace que mi piel se erice y me separe de él sin dejar de hundirlo con mi peor mirada de odio, que no creo que le afecte demasiado.

No pienso derramar ni una lagrima, aunque el rencor y la impotencia hagan mis mejillas arder y mis ojos picar.

- Créeme, cariño. Te estoy haciendo un favor al deshacerme de esta chatarra, y también al separarte de esa basura.

Tu DeudaWhere stories live. Discover now