La Mia Donna

4.3K 247 21
                                    

No me considero un hombre que cometa errores. Mi trabajo no me lo permite. El más mínimo de ellos me llevaría a la tumba o peor... A la ruina.

Pero no se que pasa que, en poco tiempo, he conseguido cometer dos y de los gordos.

Primero uno de los míos trata de robarme frente a mis narices y, por si fuera poco, lo consigue. Riéndose de mí.

Por lo menos ese tema estoy dispuesto a solucionarlo. Tal vez, y aunque lo niegue, para no enfrentarme aún al segundo. Eso es lo que hacemos aquí Mauro y yo sobre el escritorio de mi oficina.

Llevamos más de dos horas planificando hasta el último detalle y ahora se ha instaurado un cómodo silencio de algunos minutos con cada uno metido en sus propios pensamientos. De reojo lo observo. Se que él hace lo mismo de vez en cuando, como analizandome.

Lo conozco desde que éramos dos críos y jugábamos a la guerrilla mientras nuestros padres charlaban de negocios. Es mi hermano. Por eso solo alzo una ceja esperando a que suelte lo que tenga que decirme.

- ¿Todo bien con la Donna?

Y he aquí mi segundo problema. El que no estoy dispuesto a enfrentar por ahora, o quizá nunca.

- No la llames así.- Es todo lo que gruño como respuesta evitando su mirada.

Ahora mis ojos no se apartan de aquellos papeles, encontrandolos interesantes de repente. Mi expresión no denota nada, como siempre, pero se que este tema me genera una extraña sensación por todo el cuerpo o, más bien, el recuerdo de aquella sensación sobre sus labios.

Mierda.

Jamás debí besar a una empleada, y jamás volveré a hacerlo, lo juro. Pero Alexa tiene ese algo... Es ese algo... Me lo advirtieron, aquel cosquilleo de mierda que me gustaría no haber sentido.

- ¿Por qué no?

La forma sutil en la que Mauro no quiere dejar el tema me irrita pero está en su pleno derecho después de haberlo dejado plantado en aquella cena. Además de que tiene ese precioso don de darme por culo todo el día sin hacerme enfadar.

- Sabes lo que es una Donna.- Le reprochó mirándolo por fin, aunque ahora él es el que se hace el desinteresado.- Y sabes que ella jamás podría ser la mía.

Garabatea una última cosa en una hoja antes de ponerla sobre la gran mesa.

- Si todo sale como creemos, aprovecharemos la entrega de las armas para dar con el chivato.- Su rápida forma de cambiar de tema me alivia porque significa no tener que darle más vueltas a la buena de Alexa.

- Como lo tenemos organizado. Daremos información distinta a cada miembro de la Mafia, por lo menos a los segundos y terceros mandos.- Repaso el plan en voz alta.- Así sabremos por donde está el chavato.

- Debería funcionar. ¿Cierto?

Claro que va a funcionar. Dos noches quedan para la operación y es momento de correr la voz. Una trampa para esa rata ladrona y la recompensa de dos cargamentos mejorará mi humor seguro.

- ¿Te quedarás hasta terminar el intercambio?

Mauro me mira como si hubiese perdido la cabeza con expresión obvia.

-¿Donde más estaría si me necesita mi hermano?- Sonríe a la vez que se levanta de la mesa y me da un apretón de manos.

Me despido de él tratando de centrarme en no olvidar ningún detalle. Buscaré ahora a los más importantes de mi familia, mis manos derecha y los gestores de los distintos campos de mi empresa.

- Por cierto, Nicola.- La voz de mi amigo desde la puerta me hace detenerme para mirarlo.- A mi si me gusta como tu Donna.

******************************

Pocas veces bajo a la cocina. Mi madre solía pasar mucho tiempo aquí, antes de que se fuese y yo contratase tanto servicio. Ella se encargaba de preparar los más deliciosos platillos por gusto.

Pero ahora, como personalmente debo hablar con todos para que el plan funcione, no me queda otra opción.

Puede parecer exagerado, pero hasta la señora Regina, la responsable de los criados, debe estar informada. Se que lleva en la familia más años de los que lleva cualquier otro miembro, ya era vieja cuando yo nací, pero yo ya no me fio de nadie.

- ¿La señora Regina?- Aprovecho para preguntar a una de las criadas cuando pasa con prisa.

Al principio puedo ver su gesto de miedo mezclado con algo de admiración, supongo. Pero lo que yo espero es respeto, sobre todo.

- Llegará en unos segundos, jefe.- Por fin habla sin atreverse a mirarme a los ojos.- Esta ordenando las nuevas cajas de alimentos en la despensa.

Sin decir nada más, solo asiento con la cabeza. Esa señal le basta para seguir su camino a un paso más rápido si es posible, perdiéndose por alguno de los pasillos.

Estoy dispuesto a volver más tarde cuando una figura llama mi atención, y el echo de que lo haga me pone de los nervios.

Obviamente no podría ser otra que Alexa, de espaldas a mi y con su largo y oscuro pelo brillando como una cascada. Su risa llega a mis oídos junto a su característico charloteo y mis ojos se achinan cuando localizo a alguien junto a ella.

No se que es, esto que sube por mi cuerpo desde la punta de los pies haciéndome fruncir el ceño. No tiene explicación ninguna cuando veo a aquella mujer que me trae de cabeza compartir con otro hombre. Parecen relajados, charlando sobre algo e ignorando mi presencia.

O por lo menos unos segundos.

El idiota de pelo castaño por fin se da cuenta de que los observo. Espero que mi mirada le deje claro que no me gusta. No me gusta su parloteo cuando deberían trabajar, no me gustan sus confianzas, no me gusta que la esté tocando mientras se ríen.

En seguida le dice algo a su compañera y está gira a mirarme. Sin embargo todo atisbo de sonrisa se borra de inmediato. No puedo sentir el miedo y respeto que tiene el resto cuando ella me mira directamente a los ojos.

Su mirada es fría, como si copiase la mía y eso me molesta también. Tal vez por que me hace recordar lo caliente que estaba y las llamas de sus ojos en aquel beso.

Sin embargo no digo nada. Y le mantengo la mirada hasta que es ella la que la aparta con cierta indiferencia aplicándole la ley de hielo.

Mi segundo problema sigue charlando sin ningún reparo, aunque a su compañero no se le ve tan cómodo.

Y, para ser honestos, yo tampoco lo estoy. Así que sin querer darle más vueltas decido ir yo mismo a buscar a Regina saliendo por patas de la cocina. Aún con ese feo regusto en mi paladar que no se identificar.

Y por si fuera poco, y aunque no lo haga apropósito, las palabras del idiota de Mauro resuenan en mi cabeza.

Que sea mi Donna.

Tu DeudaWhere stories live. Discover now