No Más Donna

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Mi manos tiemblan, no soy capaz ni de saber bien como estoy, como me siento.

Ni siquiera se como es que he llegado a mi dormitorio, recorriendo los pasillos con la mirada nublada por las lágrimas, pero aquí estoy.

Me siento sucia, he sudado de los nervios, del miedo. Siento aún su lengua sobre mí, sus manos apretando mi cuello sin dejarme respirar. Es como si aún estuviese ahí.

¿Dónde está Nicola? Nunca lo he necesitado tanto como ahora. Ahora solo quiero que me retenga en sus brazos y me consuele de esa forma que solo él sabe. Aunque no diga nada.

Mis piernas me llevan sin pensarlo demasiado hasta el pequeño baño. Me dejo caer en el suelo de la ducha después de encenderla.

Se que estoy con la ropa puesta, y que la lluvia me cae empapándome por completo. Las lagrimas se confunden con las gotas de agua y meto la cabeza entre mis piernas dándome calor.

No sollozo. Ya no. Tan solo es un nudo en mi garganta que me impide emitir sonido, por mucho que quiera gritar ahora mismo.

- El agua está ardiendo. Te vas a hacer daño.

La voz me hace levantar la cabeza. Solo de oír el tono grave de Nicola ya me siento mejor. El nudo de mi pecho disminuye un poco al verlo ahí parado junto a la puerta.

Cuando se acerca trato de detenerlo.

- ¡No entres! Te empaparás.- Mi voz suena floja y sin ganas pero lo intento.

Sin embargo no parece importarle. No tarda en sentarse a mi lado y pasar ambos brazos por mi espalda y acurrucarme en su pecho.

- Nunca me ha importado ensuciarme las manos.- Se justifica antes de besar mi frente.

Y aquel beso detona algo dentro de mí porque lloro. Lloro por todo. Por todas las veces que aquel hombre me ha pegado, por las risas de sus compañeros a los que les gustaban asustarme por los pasillos. Lloro porque casi soy violada.

- ¿Dónde estabas?- De nuevo mi voz suena rota y me odio por no ser lo suficientemente fuerte.

Donde estaba ahora, pero también donde aquella semana en la que me dejó sola a merced de esas bestias.

Nicola acaricia mi pelo que está pegado a mi cuerpo por el agua. Su camisa de marca está echada a perder, casi transparente pegada a su escultural cuerpo.

Los ojos verdes del mafioso caen sobre los míos, pesados y brillando con un aura peligrosa. Tarda en contestar lo que me hace preguntarme si verdaderamente quiero saberlo.

- Todo estará bien.- Es todo lo que dice antes de besarme.

Sus labios, por primera vez son delicados, como si tantease el terreno. Solo cuando le correspondo profundiza más, queriendo borrar cualquier rastro de alguien más. Queriendo hacerme olvidar.

Es lo que más deseo, y lo que solo Nicola puede darme.

******************************

Tres semanas han pasado desde ese día. Casi un mes.

Un mes menos que me queda en esta mansión a la que vine por un amor que ahora no siento, en la que me quedé casi por obligación y de la que me iré con el corazón roto.

Sin embargo, no me preocupo de eso ahora. Es algo que pretendo ignorar otro mes más como he hecho este.

Muchas cosas han cambiado desde entonces. ¿Por donde empezar? Nicola... Jamás pensé que podría sentirme así. Sentir la urgencia cuando espero que termine de trabajar y se cuele en mi habitación. O las sonrisas o ordenes innecesarias para que pasemos más tiempos juntos sin que nadie sospeche.

No quiero que nadie sepa la nuestro, aunque ni siquiera yo sepa lo que es. No quiero montar revuelo lo que me queda de tiempo. Lo que me lleva a otra pregunta.

¿Qué será de nosotros después de que se cumplan los dos meses?

El pacto que aquella noche sellamos fue que romperíamos las normas mientras siga en esta mansión.

Tal vez fue la lujuria la que me empujó a aceptar, pero estoy segura de que es otra cosa la que ahora no puede dejarlo ir.

El comedor está repleto de gente. Me siento en la mesa de siempre y espero a que pase el tiempo, a que anochezca. No tengo mucha hambre, ansiosa por volver a verle. Me siento como una adolescente enamoradiza. Enamorada de la faceta de aquel hombre cuando es más que un Mafioso.

Cuando se dedica a acariciarme el pelo o cuando me hace el amor de esa forma que me hace delirar.

Termino mi plato ahí, sola. No he tenido noticias de Patrick desde hace demasiado tiempo, casi como si hubiese desaparecido. Algo me hace pensar que, tanto él como Eric, están resentidos conmigo. Ojalá no estuviesen enfadados, ojalá me entendiesen.

Por lo menos tampoco he visto ni oído nada de George. Tan solo pensar en él me hace poner los pelos de punta. Imágenes de nuestro último encuentro se repiten en mi mente. Nicola me dijo que ya no tendría nada de lo que preocuparme, que no pondría otro pie en el mismo edificio en el que yo me encuentre.

Dejo el plato allí en la mesa y me levanto dispuesta a marcharme, alejándome del ruido de las chicas cotilleando y las risas de los trabajadores. No puedo esperar a salir de aquí, aunque no sepa a donde ir. Ni saber si podrá ser con quien yo quiero.

Está anocheciendo más deprisa que nunca. El frío comienza a calar entre mis prendas. Con suerte Nicola añadió un jersey al "uniforme" junto a unos pantalones de traje. Aunque se que es su forma de cuidar de mí y darme la razón en nuestra primera discusión.

Sonrío verdaderamente feliz por primera vez en mucho tiempo. Ajena a todo lo que ocurriría, ajena a que esto no había acabado.

No por lo menos para la persona que me esperaba junto a la puerta de mi habitación, escondido. Para cuando siento el golpe en mi cabeza, ya es demasiado tarde para mí. A penas puedo enfocar su rostro antes de sentirme perder el conocimiento.

- Hora de ir a casa, muñeca.

Y luego la nada. Oscuridad, y un dolor en mi nuca que solo se apaga a la vez que se me apaga la vida.

No otra vez.

Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora