La Sornisa De Un Ángel

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Sinceramente pensé que morir sería distinto. No hay túnel, ni luz blanca. No he visto mi vida pasar como una película ni mucho menos, a un hombre barbudo con cara de buena gente.

Mucho menos he podido lo que más deseaba. A mi madre. La que me prometió que me estaría esperando al otro lado.

Mi inconsciencia es más bien eso, un sueño. Uno de esos en los que ni siquiera eres capaz de crear una historia. Tan solo vacío y silencio en en qué no pasa el tiempo.

"Tal vez no esté muerto." Es lo primero que pienso.

Seguro ni Satán me quiere ahí abajo y no lo culpo. Seguro por eso no veo a mi madre. Ella no estaría aquí, si no en eso que llaman cielo.

No se cuanto tiempo llevo en este limbo extraño, pero de repente soy capaz de escuchar el latido de mi corazón. Son golpes rítmicos y pausados, tranquilos.

Al menos no me duele la cabeza, no me duele nada. Aunque realmente no soy consciente de ninguna parte de mi cuerpo. Estoy en paz pero nervioso a la vez, como si no fuese capaz de acostumbrarme a esta nueva situación.

Y claro que no puedo. Aún me quedan muchas cosas que hacer aquí en la Tierra. Sobretodo ahora que debo averiguar quien es ese maldito traidor que, no contento con robarme, ha provocado toda una masacre y seguramente mi muerte en aquel intercambio.

Nosotros no fuimos los primeros en disparar, pues ninguno de los míos lo haría sin mi orden, y creo ciertamente que el viejo y su escolta tampoco fueron. Así que solo queda esa opción.

Y mi segundo problema. Mi dulce y pequeño segundo problema al que aún no he decidido enfrentarme, como un verdadero cobarde.

Es cierto que la experiencia de la muerte te hace reflexionar demasiadas cosas sobre lo que has hecho con tu vida. Aunque extrañamente mis únicos arrepentimientos tienen que ver con cierta leona y no con toda la sangre derramada sobre mis manos.

¿Acaso es este el momento en el que San Pedro juzga tu vida para abrir la puerta de los cielos? ¿Me estoy volviendo loco y solo alucino?

De repente no son mis latidos lo único que escucho. Soy capaz de oír una respiración que suena demasiado lejana pero que, al mismo tiempo, se siente tan mía. Es como si poco a poco recobrase el sentido de mi cuerpo.

"Verdaderamente no estoy muerto." Me digo con cierto alivio.

Sin embargo aún no puedo abrir los ojos ni mover mi cuerpo. Atrapado en mi alma siendo un mero espectador.

- Lo ves. Te dije que podíamos fiarnos de ella.

Escucho una voz de repente. Algo distorsionada y rota por culpa de mi inconsciencia pero lo suficientemente clara como para reconocerla. Y he de decir que no esperaba a otro que a mi hermano Mauro al otro lado de la muerte.

Ese idiota me seguiría al fin del mundo.

- De todas maneras, no deberíamos habernos confiado tanto.- Gruñe alguien a su lado.

- Shhh.- Lo reprende Mauro.- Qué está durmiendo.

Oigo a alguien refunfuñar de nuevo como queja. La claridad vuelve a mi por segundos, recobrando de un sueño escalofriante sobre la muerte.

- ¡Has despertado!

Mauro es el primero en lanzarse sobre mí en cuanto abro los ojos. Aún no me he acostumbrado a la luz que se cuela por la ventana. Esta me hace cerrar con desagrado y fuerza de nuevo los ojos.

Sin embargo, y aunque no me considero fan del contacto físico, su abrazo me reconforta más de lo que jamás habría pensado.

- Shhhh.

Ahora es George el que lo manda callar a él y Mauro se disculpa con la mirada, dirigiendola directamente a su derecha.

Ahi puedo ver un cuerpo recostado contra el pequeño sofá de mi habitación. No tardo demasiado en reconocerla, como si fuese en fantasma que me persigue.

- ¿Qué hace ella ahí? - Mi voz suena ronca y baja después de tanto tiempo.

Trato de incorporarmehasta que un pinchazo en mi estómago me hace sisear. Cuando miro hacia él, una venda limpia y perfectamente colocada rodea mi costado.

- Estas recién cosido.- Me aclara George señalando lo obvio.

- La Donna te sacó cacho a cacho la bala. Es medico.

"¿¡Que ella hizo que!? " No se si regañarles por la incompetencia de dejar mi vida en las manos de una desconocida o besar los pies de aquella mujer que tantas vueltas hace dar a mi cabeza.

Despues de todo lo que le hecho pasar, y a pesar de todo, decide salvarme la vida cuando bien podría haberme dejado morir.

Por los instrumentos y gasas llenos de sangre en la mesilla entiendo que no ha sido sencillo. Y por el sol que se cuela por mi ventana comprendo que se ha pasado toda la noche operando y necesita descansar. Al igual que debería hacerlo yo.

- Bien. Dejarme descansar solo ahora.- Insisto cansado a los dos hombres que me miran esperando órdenes.- Y George, busca al que debe pagar por mis heridas.

El susodicho asiente con seriedad y desaparece silencioso. Mi amigo tan solo me guiñar un ojo sin borrar esa sonrisa picara que tan bien conozco y sale cerrando tras él.

De nuevo silencio. Suspiro y miro el blanco techo tratando de poner en orden mis pensamientos. Debo incorporarme a los negocios cuanto antes, pero no puedo hacerlo aún con el agujero en el abdomen. De momento lo que puedo hacer es organizar y pensar mis siguientes pasos.

Aunque intento centrarme en mis maléficos planes de venganza, no tardo en girar de nuevo hacia aquella figura. La suave y sedosa sabana suena bajo mi peso y no puedo evitar pensar en que debe estar incómoda.

Parece tranquila, enrollada en el limitado espacio como un perrito a los pies de la cama. Con el pelo revuelto por todas partes y un pijama desarreglado y demasiado cursi y revelador para mi propio bien.

Se mueve de repente tratando de encontrar una posición mejor y sonríe. No se que mierdas soñará, pero le hace curbar sus carnosos labios hacia arriba. Esos que no se han abandonado mi mente desde aquel beso.

Mi corazón salta ante el gesto y por primera vez me permito sentirlo en la soledad de mi habitación y sabiendo que nadie me ve.

"Si he muerto,"- Pienso dejándome llevar por la subrealista situación. - "ojalá todos los ángeles sonrían como ella."

Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora