Sal de Mi Mente

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Sin prisa camino por los pasillos. Alejándome poco a poco del ajetreado sonido de la fiesta. El sol casi se ha escondido por lo que el bar comienza a llenarse, en las mesas abundan las cartas y las apuestas y pronto llegará Jony a poner esa música que te deja aturdido.

Sin embargo, hoy no me apetece. Después de toda la semana entre papeleo y negociaciones, estoy agotado. Mi cabeza duele desde aquel día, y ni siquiera se por que. Es como una punzada constante que solo empeora mis niveles de estrés.

Tal vez me estoy haciendo viejo, pero solo quiero tumbarme en la cama y ver la televisión un rato. Estoy perdiendo mi chispa.

Como si tratase de comprobarlo, toco las pequeñas arrugas de expresión de mi frente. Aquellas que me salen de tanto fruncir el ceño, o eso decía mi madre.

Estoy jodido.

- ¿Ya te marchas?

Sin quererlo pongo los ojos en blanco al oír la aguda voz. Carla o Clara o... No recuerdo su nombre, no tarda en correr hasta mí, por lo que detengo mis pasos.

- Tengo cosas que hacer, Paula.

- Es Clara.- Me contesta sin perder la sonrisa.

- Lo sabía.- Sonrío de la misma forma para suavizar el ambiente.

Aunque no parece ofendida. O no lo suficiente como para hacerme drama.

La coquetería de esta mujer de piernas largas no tiene límites. Sin ninguna verguenza me agarra del brazo, acariciandolo, mientras habla sin parar de algo que ni siquiera escucho. Tal vez es esto lo que necesito para recuperar mi juventud.

Por eso no la aparto cuando se lanza a mi boca, después de revolorear sus pestañas, pestañeando con flirteo un par de veces.

Sus uñas acrílicas arañan mis brazos y yo ya tengo plan para pasar la noche y descargar tensiones. Dejamos la fiesta atrás entre beso y beso.

La guío por las escaleras con prisa, jalando un poco su largo cabello rubio. Sus pechos chocan contra el mío, y no digo nada. Solo aprecio el contacto mientras subimos las escaleras.

Llamame inoportuno, pero siempre que me encuentro así, con una mujer sobre mí, evoco aquella charla en el jardín, un día de primavera.


"- ¿¡Por que no lo dejas!? Sal ya de esta maldita casa antes de que te quemen en ella.

- No me iré sin tu padre, Nicola.

Tan solo pude resoplar ante el tono de regaño maternal y me cruzé de brazos.

- Eres demasiado joven para comprenderlo.

Mi madre bajó el tono y se sentó a mi lado en el cesped. Tan solo tenía quince años pero yo ya me creía un adulto.

- Hay personas por las que merece la pena dar la vida.

No pude contener la risa sarcástica y amarga.

- No se me ocurre ni una sola persona por la que sacrificar tanto. ¡Es ridículo!

No me gustó que me sonriese de esa forma en aquel momento, como si fuese un cachorro tonto que se estaba perdiendo algo importante.

- Hay gente que, sin quererlo, te genera un cosquilleo por todo el cuerpo. Una sensación que comprender que solo vas a poder sentir con ella.

- ¡Buaj! Que asco, madre. Es la mayor tontería que he oído en mi vida.- Aparté la mirada de aquella mujer. - A mi nunca va a pasarme eso. "


Tu DeudaWhere stories live. Discover now