Viñedos de Sicilia

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Le doy una última calada. Aquella aspiración de nicotina me sabe a gloria. Es todo lo que yo quería, la paz y tranquilidad que solo aquella vista puede otorgarme.

El sol del amanecer aparece sobre los viñedos de Sicilia haciendo parecer sus hojas de un color dorado inexplicable. Verlas siempre me recuerdan el pasado. Antes, antes de todo esto. Cuando mi madre me mantenía alejado de la Mafia y de los asuntos de mi padre lo máximo posible en aquella pequeña casa.

La perdí. Descubrí demasiado tarde que la Mafia lo destruye todo y casi hace falta que me ocurra dos veces para comprenderlo.

Sangre.

Hay tanta sangre que todos tardan en reaccionar. Yo no. Corro hasta ella mientras Mauro se encarga de lo demás. Sinceramente no me importa, no ahora que me siento a punto de morir.

Por que si ella lo hace, yo lo haré detrás.

- ¡Alexa!

Su cuerpo ha caído al suelo como un saco de patatas tras el impacto y yace sin apenas moverse. Sus ojos, abiertos de par en par, consiguen localizarme. Entiendo entonces que, si se muere, esa mirada me atormentará toda la vida.

- No te mueras. Aún no han pasado dos meses.

Mis manos acomodan sus mejillas y le veo intentar hablar. No quiero que se esfuerce. Tapo la herida en su pecho con un trozo de tela de mi traje pero sale a borbotones y no se si podré pararlo a tiempo.

Ella curó mi herida. ¿¡Por que mierdas no soy capaz de hacer lo mismo por ella!? ¿Por que me siento tan inútil?

Flash Backs de la muerte de mi madre llegan a la vez que la acerco a mi pecho. Nada más existe. Miedo. Otra vez ese sentimiento pero esta vez mil veces peor.

- ¡Que alguien traiga el coche! ¡Hay que llevarla hasta un dottore ahora mismo!- Soy capaz de oír gritar a Mauro.

No quiero. No quiero perderla y daría lo que fuera por haber recibido el balazo por ella. Debía haber sido así, de no ser por esa cabeza dura de la que puedo asegurar que estoy tremendamente enamorado.

Porque si no lo estuviese no tendría este nudo en mi garganta.

- Maña... Mañana...

- No hables, Alexa.- Susurro cerca de su oído cuando comprendo lo que quiere decir, acurricando su cabeza en mi pecho.

Sonrío de lado, aunque las lágrimas pican en mis ojos. ¡Lágrimas! Por Dios, ¿qué me ha hecho?

Su piel está más pálida de lo normal, sus labios craquelados. Su mano temblorosa alcanza a tocar mi mejilla una última vez, donde la retengo como si eso le fuese a yudar a anclarse a la vida.

- Te daré un mañana, amore mio, todos los días.

Una mano en mi hombro me saca de mis pensamientos. Mentiría si dijese que no tengo pesadillas con aquel día algunas noches. Como esta.

Supongo que ella lo sabe, porque siempre que me ocurre salgo a fumarme un cigarro, vicio que trato de dejar, y tengo ese aire pensativo que podría confundirse con melancolía.

- ¿Otra pesadilla?- Su dulce voz me reconforta de inmediato, siempre lo ha hecho.- Estoy aquí. ¿Lo sabes, verdad?

No lo pienso dos veces antes de emvolverla en mis brazos y sentarla en mi regazo. Su pelo de leona, más aún por la mañana, me hace cosquillas en la cara mientras me acerco a darle un beso en la coronilla, que ella recibe con gusto.

Mi Alexa. Cuando decidí hacerme cargo de la Mafia pensé encontrar dinero, poder y sangre, pero jamás pensé descubrirla a ella. Ironías de la vida resultó ser el mayor premio.

- No es eso.- Me deshago de la colilla que se que tanto le molesta y trato de sonreir, aunque creo no conseguirlo del todo.- A veces me tortura saber todo por lo que he hecho pasar a una persona que jamás pensé que significaría tanto en mi vida.

Y a pesar de que lo digo en serio, y de que me gustaría retroceder en el tiempo para remediarlo, me alegro de no haber ignorado aquella llama que surgía solo por aquella limpiadora. Esa llama que decidió poner todo patas arriba.

- Ambos somos víctimas de nuestros caminos en la vida. Del destino.- Su sonrisa es sincera y tranquilizadora, su mano viaja a mi mejilla como aquella vez, ensangrentada. Solo que esta vez está viva, y lo hace con amor e ilusión renovadas.

Aprovecho para besarla. Siempre lo hago. Porque no puedo resistirme a aquellos gestos tan suyos. Nos quedamos unos segundos callados observando como el sol termina de salir y los trabajadores del campo comienzan la jornada.

- ¿Como le va a Mauro?- Rompe ella el silencio.

- Feliz. Aunque aún se siente culpable por lo de tu disparo, pero se que mi legado estará en buenas manos con él al mando.

Si. Fue lo que ambos decidimos. Yo ya he encontrado algo por lo que merece la pena perderlo todo, o ganarlo. 

¡Quien sabe! Tal vez el propio señor Rossi descubra a alguien y siga su camino, como yo.

- ¿Lo echas de menos?- Alexa habla suave y evitando mi mirada.

Se que en el fondo siempre ha tenido esa duda. Es normal, pues yo también me lo he preguntado a mi mismo. Mi vida ha dado un giro de ciento ochenta grados por esta mujer, en tan solo tres meses.

- No. - Me sincero oyendola suspirar de alivio. La sujeto del rostro para que vuelva a mirarme a los ojos. Mi mirada se pierde de nuevo en sus labios y me pregunto si algún día se acabará aquel echizo que solo ella provoca.- No mientras siga teniendo a mi lado una botella de buen vino y semejante mujer.

Alexa solo pone los ojos en blanco divertida antes de besarme.

- ¡Venga galán!- Ríe tras separarse de mí y levantarse haciendome sentir un frío vacío donde antes estaba su apetecible culo.- Que el desayuno no se hace solo.

Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora