Capítulo V: Desconcentración

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Katara se dirigió hacia donde los chicos estaban entrenando. Sokka practicaba con sus espadas mientras que Toph lo hacía con sus movimientos de tierra control. De vez en cuando la tierra temblaba fuertemente provocando que Sokka cayera de bruces. Aang y Zuko, por su parte, estaban varios metros más apartados de todos ellos y Katara al instante supo por qué. Ambos jóvenes estaban enfrascados en un difícil combate de fuego contra fuego aunque era muy notorio quién era el más experto en aquella habilidad.

El joven Avatar tenía ciertos problemas para dominar el fuego que provocaba con sus manos, y en más de una ocasión había estado a punto de quemarse a sí mismo.

La Maestra Agua miró con verdadero asombro los movimientos ágiles y precisos del príncipe. Estaba tan concentrado en el entrenamiento que ella aprovechó la oportunidad para mirarlo a su antojo. Desde el lugar donde estaba, podía percibir la cicatriz en su rostro y pensativa, se preguntó qué le habría ocurrido para que le quedase aquella marca. Observó todas sus facciones y no pudo evitar llegar a la conclusión de que el chico era guapo aún con esa cicatriz presente en él. Una gran llamarada de fuego la hizo salir por un momento de sus cavilaciones y mientras escuchaba a Aang halagar a Zuko por tan buen movimiento, se fijó en sus manos; eran grandes y fuertes y dudaba mucho que aparte de golpear bien, pudieran brindar una caricia en extremo suave.

Desvió la mirada al notar que él pretendía sacarse la camisa para evitar que ésta se quemara por los casi indomables movimientos de Aang.

Cuando continuaron con los ejercicios, Katara aprovechó para seguir con sus observaciones. Sin pensarlo siquiera, sus ojos se posaron sobre la espalda masculina deslizándose por cada centímetro de aquella piel levemente bronceada. Esos hombros amplios y aquellos brazos que denotaban una increíble fuerza la dejaron casi boquiabierta. Jamás había imaginado que Zuko tuviera tan... tan buen físico. Como si quisiera sorprenderla más, el chico ─aún peleando con Aang─ se volteó un poco dejando a la vista todo su torso. La joven se pasó la lengua por los labios para mojarlos un poco ya que habían quedado secos. Como una caricia, sus ojos azules se deslizaron por sus pectorales bajando por un tórax formidable y deteniéndose en el estómago firme y duro producto del ejercicio. Tragó saliva sin salir todavía del asombro. Ansiosa, descendió aún más la vista hasta encontrarse con los pantalones del muchacho y sonrojándose violentamente, apartó los ojos sintiéndose muy avergonzada. Nunca antes se había dado cuenta del fuerte atractivo masculino que ese maestro fuego poseía y del gran efecto que tenía sobre ella como si de un imán se tratase.

Un fuerte movimiento sísmico la sacó de sus pensamientos volviéndola a la realidad. Con mucho sigilo y cuidado, rodeó a ambos chicos para llegar a una inmensa fuente de agua que se encontraba a unos metros de ellos. Sonrió sin alegría. Por lo menos habían encontrado un lugar en que cada uno podía practicar sus habilidades sin tener que abandonar ese templo invertido.

Mientras escuchaba reír a Toph por la nueva caída de su hermano, se desvistió y quedando sólo con la ropa que utilizaba para practicar su elemento, se metió a la gigantesca fuente. El agua la estremeció por completa y la hizo olvidar ─por el momento─ lo que había estado pensando (y mirando) anteriormente. Ahora le tocaba a ella concentrarse en sus movimientos. Le era imperioso mejorar si es que aún le quedaban técnicas para perfeccionar y llegar a la cima de lo insuperable.

Zuko miró de reojo hacia la fuente de agua. Al instante pagó el error de hacerlo al esquivar con dificultad una llamarada de fuego mandada por el Avatar. No sabía si había sido su imaginación o no el ver a Katara observándolo atentamente. Y ahora que escuchaba las aguas de la magnífica fuente agitándose rápidamente, se preguntó si era ella el motivo de eso.

Atacó con premura a Aang y éste lo esquivó con facilidad. Sonrió satisfecho. O el Avatar era un buen aprendiz o él era un muy buen maestro. O tal vez eran ambas cosas. Sin embargo, aún el chico no lograba manejar muy bien el elemento y debía practicar, esmerarse y concentrarse para lograr el dominio total.

No todo es lo que pareceWhere stories live. Discover now