Capítulo XXVI: Luz de vela

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N/A: ¡Hola a todos! Han pasado meses y agradezco a quienes han continuado apoyándome,  siguiendo y releyendo el fic. La historia ya está avanzando de a poco ¡por fin! dirán ustedes jajaja, y este fue un capítulo que en verdad me fue dificultoso escribirlo, pues hay que lidiar con personalidades de una forma que en la serie no se hizo. Que disfruten la lectura.

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A la mañana siguiente, Aang y Toph comenzaron sus labores a horas muy tempranas respetando al resto del grupo durmiente haciendo sus diligencias lo más silenciosamente posible. Casi al medio día, según la medición del avatar con la posición del sol, se acercó a las tiendas de Sokka y Katara para despertarlos respectivamente. Suki era un caso perdido. Yacía sobre su improvisada cama durmiendo con el garbo de un tronco.

Zuko estaba despierto hacía una hora pero no le apetecía salir de su tienda. La misma cavilación se paseaba en su cerebro haciendo suyo cada rincón de su mente. No podía entender por qué había hecho lo que había hecho.

¿Ella le gustaba?

Pero era una maestra agua...

Y estaba Aang.

Y Sokka...

Qué demonios...

Estaba ella. Siempre ella. Tan diferente a él, tan refrescante y explosiva.

Ella.

La insufrible maestra agua.

Se había metido en su cabeza subrepticiamente, haciendo mella en él. En su autocontrol.

La había besado, la había acariciado. Imaginó sin dificultad el glorioso sonido que ella emitía en ciertos momentos. Su cuerpo reaccionó ante el recuerdo sugerente que prendió en su interior.

***

Tras ser despertada de la manera menos dulce, Katara rechistando salió de su saco de dormir con extrema dificultad.

Sokka volvió a tirar del saco de dormir de su hermana, hasta tenerlo todo colgando de su brazo. Esa era una técnica infalible para hacer que ella se levantara de inmediato. Y se molestara con él, claro... Pero era lo de menos.

-¿Cuál es tu problema? –Refregando sus ojos, Katara replicó molesta.

-Ve a sumergirte un poco para que despabiles, hermanita –Dijo Sokka con más sequedad de la que esperaba.

La ojiazul frunció el ceño antes de salir de su tienda de campaña. Seguramente seguía indignado y con ganas de discutir tras lo último que le había dicho tras llegar de la fiesta.

Nunca lo había encarado por algo así. Pero por todos los cielos que a ella le ardía la sangre cuando la trataban como a una niña. Era una mujer. Debían todos tratarla como tal. A su edad muchas jóvenes estaban comprometidas... podía hacer de todo.

O casi de todo.

Sólo cuando trastabilló con una piedra se dio cuenta que tenía que parar de pensar tales sandeces.

Cuando giró camino al pequeño riachuelo a unos minutos de ahí, y aún quejándose en voz alta por su pie lastimado, divisó al maestro fuego. Estaba sentado en una piedra, secándose el cabello húmedo. La miró. Y no fue cualquier mirada.

Ella se congeló en el lugar.

-¿E-estás bien?

-¡Sí! –exclamó con demasiada efusividad- ¡claro! ¿por qué no lo estaría?

El corazón le latía con tanta violencia que casi hiperventilaba. Estaba nerviosa. Las palmas le sudaron. Olvidó todo cuando lo vio, la sorpresa era enorme.

No todo es lo que pareceTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang