Capítulo VIII: Asunto de faldas

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Sokka dejó el cuarto de su hermana sintiéndose bastante confundido. No entendía a las mujeres. Desde pequeño su padre le había enseñado que ellas eran seres distintos, más delicados y sensibles, pero su hermana no era en realidad "delicada", así que le costaba recordar que pudiese ser también sensible. No la entendía. Había tratado de hablar con ella para saber qué le pasaba y por qué lloraba, pero Katara se había negado rotundamente a contarle algo. Al final, después de tanto insistir, sólo consiguió un ambiguo "es algo de mujeres". Así que encogiéndose de hombres, pues relacionó la frase a cierto periodo del mes en el que todas las mujeres se ponían agresivas-hipersensibles, decidió dejarla en su habitación. Quizá dejando a su hermana sola, ella podría dormir tres días seguidos, lo suficiente para que su estado de "sensibilidad" y "de mujer" se acabara. Sonrió ante esa idea. Todo sería más fácil si las mujeres en ese estado pudieran dormir de largo hasta que toda esa temperamentalidad acabase.

Zuko salió de su propia habitación hecho un lío. Se sentía furioso, ¿quién se creía Toph para exigirle que se disculpara con Katara? ¡No era su culpa que la chica fuese tan susceptible a los comentarios ajenos! Además, dudaba mucho que a ella en realidad le importara lo que él pensara. Frunciendo el ceño ante ese pensamiento, se dispuso a salir del templo.

-¡Hey Zuko!

El aludido se volteó.

-¿Qué ocurre?

-Mm... -Aang pareció dudar- ¿a dónde vas?

-Iré a dar una vuelta -Respondió encogiéndose de hombros algo sorprendido por la pregunta.

-Ah...

-¿Pasa algo, Aang? -Preguntó Zuko, mirándolo extrañado.

-Eh... -el chico se pasó una mano por la calva cabeza, indeciso- es que... quería preguntarte algo pero... ¡no, no importa, olvídalo! -Dijo después, sonriéndole abiertamente y marchándose de ahí con paso sospechosamente rápido.

El joven príncipe lo vio alejarse sin decir nada. Luego, suspirando cansadamente y recordando su propósito de salir a tomar algo de aire, siguió su camino. Apenas salió del templo, una fuerte ventisca le azotó el rostro con fuerza, despeinándole el cabello. Frunció el ceño, esperaba encontrarse con los fuertes rayos del sol que en la mañana había visto, pero ahora que miraba hacia el cielo, sólo había grises nubes.

Ignorando el feo pronóstico, se dirigió hacia una de las columnas más cercanas del santuario de los maestros aire, y se apoyó en una de ellas.

En realidad no puedo negar que me hace sentir cosas; rabia y desesperación, se dijo a asimismo, mientras su mente comenzaba a divagar. No podía creer que por un momento había deseado tocar sus labios...

Zuko bufó, molesto. ¡Era sólo una campesina de la Tribu Agua! Una simple maestra agua. ¡Ni siquiera era tan buena en su elemento! No debería por qué sentir cierta... ¿cómo podía describirlo? ¿Curiosidad por su persona? Era innegable que esa mujercita representaba todo un misterio para él. Su actuar era diferente al de las mujeres con las que él se había relacionado. Era independiente e insufriblemente autosuficiente, ni comparada con las mujeres que le habían presentado hace años, cuando todos en el Palacio esperaban que eligiera desde ya a su futura esposa.

Mai...

Miró al cielo como si desease encontrarla allá arriba. Por una parte ansiaba ver su rostro, quería saber qué sentiría al verla. Y saber qué sentía ella, qué pensaba de su decisión... de su traición. A lo mejor más adelante, cuando Aang derrotara a su padre y hermana, y si es que Mai no se interponía en la batalla, podrían reanudar su relación.

No todo es lo que pareceWhere stories live. Discover now