Capítulo XII: Ponche

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Zuko se sirvió algo para beber y se sentó, dándole vuelta a las palabras que había escuchado subrepticiamente. ¿Por qué le alegraba tanto que ella no pensara que él era desagradable? ¿Y desde cuándo que ella pensaba así de bien de su aspecto físico? De seguro todo eso había sido influenciado por haber ayudado a rescatar a su padre.

Sonrió con satisfacción. Aprovecharía lo que había escuchado para demostrarle empíricamente que a él, las mujeres le encantaban.

-Hola.

Zuko dio un pequeño respingo. Miró hacia la entrada de la cocina, volviendo a la realidad. Allí estaba Katara y el tonto maestro tierra.

-Hola –Respondió, sintiéndose algo nervioso.

La muchacha lo había saludado cordialmente, sin sonrisa en el rostro pero mostrándose lo más apacible y normal del mundo. Él en cambio se sentía perturbado, avergonzado. Qué estupidez.

El otro maestro entró en la cocina tras Katara, le dirigió una mirada desafiante, y lo saludó con un movimiento de cabeza, sin decir nada más.

-¿Dónde está el resto del grupo? –Preguntó Zuko, ignorando el pusilánime saludo de Haru y mirándola a ella.

-Fueron a la Nación del Fuego a comprar algunas cosas que necesitaban. Ya sabes, como ahora somos más bocas... Quisieron avisarte pero prefirieron dejarte descansar. Pensaron que lo necesitabas.

Zuko se limitó a asentir con la cabeza. Se sentía algo tenso el ambiente.

-Si no les importa, iré a darme un baño, lo necesito después de que alguien me tuvo inmovilizada por bastantes minutos. Necesito un relajo –Avisó Katara, mirando significativamente a Haru.

-Cuando quieras la revancha... –Le guiñó un ojo el chico.

-Oh, ten por seguro que habrá revancha, Haru.

Y Katara se fue a su habitación, dejando a ambos muchachos ahí en la cocina en un silencio tan incómodo que la tensión podía cortarse con un cuchillo. Después que los dos chicos la vieran desaparecer del cuarto de cocina, se miraron a los ojos.

Zuko frunció el entrecejo y Haru también lo hizo. Ambos se habían quedado mirando cómo se iba la chica y también ambos se habían percatado que el otro se había dado cuenta de ese detalle.

-No me gusta esa mirada en tus ojos –Le soltó bruscamente Haru, sin rodeos.

Zuko alzó su ceja sana, no entendiendo palabra de lo que le estaban diciendo.

-¿Qué mirada?

-Esa de idiota que pones cuando la ves pasar –Replicó el chico ojiverde, mirándolo como si lo que estuviera diciendo fuera lo más ominoso del mundo.

Otra vez el tema ese de las miradas. ¿De qué diablos estaba hablando ése? Él no ponía tal mirada. De hecho, no ponía ningún tipo de mirada cuando veía a la maestra agua pasar. Era otra integrante más del grupo; ordinaria y común.

-¿Te estás refiriendo a la mirada que tú pones, esa de imbécil baboso cuando te habla? –Retrucó Zuko, sintiéndose violento.

Era un caradura ese maestro tierra. Le atribuía a él la forma en que él mismo se quedaba pegado mirando a Katara.

-Te crees muy importante ahora porque salvaste a su padre, ¿eh? –Escupió con aspereza, Haru.

-Yo no me creo nada. Hice lo que debía hacer. A diferencia de ti, yo no tengo miedo de hacer las cosas como se deben –Dijo el príncipe terminando de beber con tranquilidad el contenido de su vaso.

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