Capítulo XXVII: Los actores de la Isla Ember

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La ida al teatro ya no le parecía tan extraordinaria e interesante como lo fue al principio, cuando se dejó convencer sin mucha resistencia por su entusiasta hermano

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La ida al teatro ya no le parecía tan extraordinaria e interesante como lo fue al principio, cuando se dejó convencer sin mucha resistencia por su entusiasta hermano.

Katara se arregló las prendas carmesí y dorado por última vez, alisando arrugas inexistentes en sus pantalones, asegurándose que el top no le hiciera pasar un mal momento, y respirando profundo ingresó con el resto del grupo al teatro de la Nación del Fuego ubicado en una zona central y más conocida de la isla.

Zuko cruzó el vestíbulo primero, guiando al resto tras comprar la entrada a un precio bastante asequible para su sorpresa. En su mente se repetían las infinitas veces que su madre lo había llevado a esas funciones. Le era curioso nunca haber pensado que su fanatismo por esas obras era así de asiduo. Recordó lo normal que era que Ursa lo dejara deambular por los alrededores después del término de la presentación actoral, para luego aparecer treinta minutos después, extraña... diferente. Hasta podía asegurar que la última ocasión desapareció por más de una hora.

Dejándose llevar por ese pensamiento, pudo disfrutar finalmente deshacerse temporalmente del recuerdo de ella y de lo ocurrido en la noche.

Porque su cuerpo ardía por ella. Y él sólo deseaba su proximidad. De eso se había percatado en la mañana al desayuno; su cercanía lo tensaba y ponía en alerta, preguntándose si el resto podía percibir la electricidad que él sabía que sentía y no era producto de su imaginación enferma.

Pero era una sensación ignota y exquisita. Motivo suficiente por el que dejaba que la más inmensa ola de desprecio y vergüenza lo inundara, lo bañara, lo marcara al minuto después de recordar la realidad.

Era algo prohibido.

Había probado lo que no era para él, y no sabía qué hacer con ese sentido de posesión hacia ella recién adquirido. Había compartido el desayuno con Aang en la mañana y no había podido evitar una inquietante sensación de confrontación que al segundo mutó tornándose en un aliviado aprecio.

Subiendo por las escaleras elegantemente adornadas de las inmediaciones del teatro, llegaron al segundo nivel, buscando sus asientos.

Toph dobló a la izquierda y rodeó las butacas, seguida de Katara. Zuko eligió el sentido contrario, con una idea en la cabeza al darse cuenta que el avatar ya no iba atrás.

Pasando por delante de la niña ciega, Zuko se decidió a ocupar el asiento al lado de la morena ojiazul que tomaba lugar con modales estudiados.

La vio tensarse ligeramente, y la felicitó por su temple. Pero al verla llevarse un mechón de cabello a la oreja tras una rápida mirada hacia él, le comprobó la estudiada naturalidad.


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