Capítulo XXXV: Anunciada

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-La matarán y lo sabes.

Caminando a paso lento debido al peso de Zuko, Katara contuvo las ganas de mirar por encima del hombro a Azula como si eso le ayudara a entender mejor sus palabras.

Sintió el cuerpo del príncipe tensarse a su lado y esperó lo peor con los ojos cerrados.

-Sólo ignórala -Escuchó que el príncipe mascullaba tenso como mil demonios.

Katara agradeció que no reaccionara a las provocaciones de su hermana, pero no paró de lanzarle miradas de soslayo cada vez que podía, realmente curiosa por saber qué cosas pasaban por su cabeza.

Apenas llegaron al interior del palacio real, los ancianos consejeros que habían observado a distancia su victoria informaron con apremio al muchacho que la coronación debía ser llevada a cabo lo antes posible por el bien de la Nación.

Zuko dejó en claro, no obstante, que lo haría sólo cuando todo lo demás hubiera pasado. Aún faltaban noticias sobre el avatar y su tío.

Cuando lo escuchó hablar así de Aang, Katara se sorprendió por el tono autoritario y levemente impersonal que había teñido su voz.

Caminaron por todo el iluminado y amplio vestíbulo y Katara tuvo que cerrar la boca al ver la hermosa decoración. Muchos de los cuadros pintados a mano grácilmente retrataban a la familia real y disimuló las ganas de escudriñarlos en busca de averiguar a quién se parecía más Zuko.

También le sorprendió la escasez de personal trabajando ahí. Siempre se había imaginado que múltiples sirvientes pasaban su vida atendiendo las diversas necesidades de la realeza. Sólo vio a un par de mozas en el camino que se inclinaron ante el muchacho de inmediato con ojos de vedada curiosidad. Zuko asintió con la cabeza en respuesta pero no se detuvo, indiferente.

Debido a que él se había negado a ocupar la habitación de su padre hasta que esta estuviera limpia y libre de sus posesiones, Katara lo ayudó a llegar a uno de los cuartos de invitados que quedaba en un ala más alejada. Desafortunadamente para ella, no se quedaron a solas en ningún momento, y una vez que terminó de vendarle el torso y obligarlo a descansar, uno de los ancianos que había entrado para corroborar su estado le agradeció la asistencia médica y la condujo hasta la puerta sin darse cuenta ella siquiera.

-Agradecemos su ayuda. Una criada ha sido asignada para cuidar al príncipe Zuko y ya no es necesaria su atención.

Preguntándose qué era lo que le quería decir en realidad, no alcanzó a emitir una palabra pues la voz del muchacho que yacía acostado llegó alta y clara:

-La maestra Katara se quedará en una habitación de invitados esperando al resto del equipo. 

Eso había sido una orden. Se dio cuenta de inmediato cuando el anciano movió la cabeza ligeramente:

-Muy bien, entonces. -Pero a Katara le pareció todo lo contrario.- La habitación al final del pasillo a su derecha está lista para ser usada, señorita. Una criada será enviada para allá en unos minutos.

Antes que procediera a cerrarle la puerta en las narices, ella fue consciente de la mirada examinadora del viejo sabio todo el tiempo. Sin saber cómo reaccionar, Katara se dirigió a la puerta caoba que le habían indicado para entrar a una habitación similar a la anterior salvo por la cama que era notoriamente más pequeña, de una plaza. No le importó en lo absoluto.

Como lo esperaba, todo estaba decorado en tonos rojos y anaranjados lo cual era un poco agotador para su vista.

Y para su mente.

No todo es lo que pareceWhere stories live. Discover now