Capítulo XVII: Jugo de mango

3.6K 281 126
                                    


Mientras esperaban por la cuenta, Zuko no podía dejar de preguntarse con admiración cómo Katara había llegado a la determinación de fumar.

En un baño. Y con una extraña.

Era arriesgada. Parece que algo había cambiado en su mente. Quizá para bien.

Nunca se la había imaginado del tipo audaz.

Respetaba su decisión de no comentar nada al respecto. Lejos de ofenderse, tenía la certeza que no le había contado por lo ocurrido en la habitación en la mañana. Debía pensar que la iba acusar con su padre.

Sonrió con diversión.

-Eres bastante odioso, ¿sabes? –Espetó Katara de repente cuando le preguntó por tercera vez si se sentía bien.

El ojo sano de Zuko se agrandó. Se inclinó sobre la mesa en la que estaban sentados y miró fijamente a la morena.

-¿Disculpa?

-Estoy bien. No tienes por qué fingir ser tan paternal.

Zuko la miró con una ceja alzada. Vaya cambio de humor. ¿Tan poco había durado el efecto?

-No estoy siendo ni fingiendo ser paternal... -Repuso él, hablando con cuidado. Sentía que caminaba sobre un campo minado ahora.

-Nunca antes me lo habías preguntado, y llevamos semanas viviendo juntos –de alguna manera, eso le sonó raro-. Pero ahora me lo has preguntado tres veces en menos de cinco minutos. Eso es paternal.

-Sólo me preocupaba por ti, Sokka me mataría si... -Comenzó a decir sin poder evitar ponerse a la defensiva.

-No lo hagas, no eres mi padre.

Empujado al verla revolear los ojos de manera casi insultante, soltó para provocarla:

-Si lo fuera ya te habría dado una tunda.

La vio abrir los ojos con sorpresa y luego estallar en carcajadas. No era precisamente esa la reacción que esperaba de ella.

-¿Me habrías golpeado? –repitió la joven, aún riendo- ¿conmigo sobre tus rodillas y todo eso?

Katara le lanzó una mirada divertida y Zuko no pudo disimular una sonrisa algo incómodo.

-Sin duda unos cuantos azotes no te vendrían mal...

-¿Por qué? –la maestra frunció el ceño mientras cerraba los ojos con fuerza, para volver a abrirlos; los tenía rojos y vidriosos. Sus pupilas estaban dilatadas. Zuko volvió a recordar que había fumado.- No he hecho nada malo –Y le sacó la lengua de forma infantil.

-Por respondona.

Y porque en su primera experiencia con esa yerba había sido una irresponsable. Hacerlo en un baño no era la gran cosa, pero haberlo hecho con una extraña rayaba ya en la imprudencia. Quizá debió haberle advertido que no era algo para tomarse a la ligera, pero nunca se imaginó que todo pasaría así.

Al siguiente segundo se acercó a ellos un mesero con la cuenta. No podía haber llegado en mejor momento.

Mientras Katara se disponía a sacar la bolsita de cuero con dinero aún riendo sobre las nubes por la conversación, el maestro fuego miraba con atención el valor entregado.

-¿Cuánto es lo mío? –Preguntó ella, después de mover su silla hacia Zuko y apoyar su cabeza ligeramente sobre su hombro para dar un vistazo al papel.

El príncipe no tuvo tiempo de reaccionar al contacto, pues un súbito sentimiento de irritación lo invadió al darse cuenta de lo que había ocurrido.

No todo es lo que pareceWhere stories live. Discover now