Invitación desconocida

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Año 1982.

La tarjeta de invitación había llegado esa misma tarde. Su fecha rezaba para ese próximo sábado, en dos días, y el chico que la tenía en sus manos no sabía que hacer. Era la graduación del colegio de élite de la zona y se hacía en un club nocturno a unas cuadras de su propia casa. El chico creía que era algo organizado por los propios alumnos, ya que no parecía que fuera algo que el colegio organizaría.

—¡Tristán Adam Tomasini, debes bajar a comer, ahora!—gritó la señora Tomasini desde el salón comedor, como le solía decir.

El chico escondió la tarjeta debajo de las carpetas de clase, bajando con pereza los escalones.

La cena estaba servida en el salón comedor, los platos rebosaban de pollo y especias, de pasta y hongos, de pescado y vegetales. Las copas de vino blanco, tinto y dulce estaba vacías, y los tres mozos responsables de cada cual estaban allí, esperando órdenes. La copa de agua de Tristán estaba servida, y esa era toda la bebida que tomaría durante la velada.

La mesa estaba más concurrida que un día ordinario. Su madre se sentaba en un extremo de la mesa, elegante, esbelta, con su maquillaje exuberante, y su padre en el otro extremo con su traje de etiqueta y su bigote perfectamente recortado, como ambos acostumbraban. En los asientos que por lo general estaban libres, se sentaban sus dos primas, mellizas tan idénticas que parecían gemelas, Samantha y Santhana, nombres escogidos por el marido de su tía. En frente a ellas, estaba la abuela de Tristán, la Granny Matozzani. Y a su lado derecho se sentaban Marianella y Mario Gómez, sus detestables tíos, con sus sonrisas falsas y su cabello impecable. Tristán quiso vomitar.

—Buenas noches, señor y señora Tomasini—se refirió Tristán a sus padres. Los mismos asintieron en señal de reconocimiento, indicando el lugar a la izquierda de sus primas. El chico se sentó en silencio, mirando a las chicas con desagrado. Al parecer las chicas habían decidido que, puesto que no eran ya lo suficientemente iguales, se vestirían igual a partir de vaya uno a saber que momento posterior.

El chico estuvo en silencio durante el plato de entrada, sin dirigirse a su familia siquiera con una mirada. Hasta que su abuela habló hacia él:

—Tristán, cielo mío, ¿cómo van tu estudios?

Tristán abrió la boca para responder, su abuela era bastante dulce y perceptiva, con su etéreo cabello blanco, peinado hacia arriba con rulos.

—Tristán Adam Tomasini es un chico brillante para su edad, tiene un gran futuro por delante y...

—Lillian, querida, le estaba preguntando a mi nieto, no a ti—dijo la Granny Matozani cortando a su hija. Luego posó su mirada en Tristán y esperó por su respuesta con paciencia.

—Bueno, Granny Matozzani, me va bastante bien, Zamara es una buena institutriz—dijo el chico en voz baja, mirando su plato.

—Madre, ¿por qué Tristán tiene una institutriz y nosotras no?—preguntó Sam o tal vez San, Tristán no podía saberlo a ciencia cierta. Su hermana asintió de acuerdo.

—Porque Tristán no puede ir a la escuela como ustedes, pequeñas—respondió Marianella. Por el tono de su voz, se podía apreciar que a lo que se refería era a que Tristán de verdad no podía ir a la escuela, no tenía la capacidad de hacerlo. Con sus palabras dio a entender que Tristán no era lo suficientemente normal.

Llegados este punto, el primer plato estaba acabado, y el plato principal estaba siendo servido por los mozos. Una ligera sonrisa se instaló en los labios del chico, al saber lo que acontecería en el futuro.

Removió su comida en el plato, llevándola de un lugar a otro, pinchándola y fingiendo comer. Porque lo cierto es que Tristán no tenía hambre, no quería probar ni un bocado de ese plato.

Sus padres hablaban de un viaje futuro a los viñedos que poseían en Italia, y Tristán estaba encantado con sus palabras. Adoraba Italia. El simple olor del aire hacía que deseara quedarse allí siempre. Y los paisajes de la Toscana...

Al chico le llevó un momento comprender que él no iría a ese viaje.

Luego del postre (que Tristán comió), la familia se quedó hablando, mientras él se excusaba para ir arriba, a su habitación. Allí se recostó, contemplando la tarjeta con una sonrisa, esperando a que abajo se desatara el caos.

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No, no sabrán que pasa hasta el próximo capítulo. 

Tristán, por lo general, tiene pensamientos un tanto... peculiares.

Espero que esta historia no los decepcione :D Gracias por todo el amor que le han dado a Olivia y... ¡FELIZ 1RO DE DICIEMBRE!

Tristán //Enfermiza obsesión Where stories live. Discover now